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El Festival Internacional de Cine de Berlín se ha convertido en uno de los más importantes eventos cinematográficos del orbe

Fundada en 1951, la Berlinale, el Festival Internacional de Cine de Berlín, se ha convertido en uno de los más importantes eventos cinematográficos del orbe, una palestra que combina el contenido del cine de autor, el bagaje de la industria y el encuentro de realizadores que retratan desde su óptica distintos tópicos, así como sucesos sociales y políticos. Nacido justo entre las cenizas de la segunda guerra mundial, inmerso en la disyuntiva ideológica que construiría un muro y que le vería derrumbarse, el festival luchó por convertirse en un punto de unidad mientras la ciudad se dividía.

De esta forma ofreció un espacio de expresión para el cine alternativo, sugerente, atrevido, denunciante y reflexivo sobre temas que difícilmente exploraban las grandes producciones de la industria. Y aunque el medio de los distribuidores habitó desde su inicio el festival, con el paso del tiempo dio cabida a las producciones comerciales para que, desde su patrocinio, financiaran actividades coyunturales que reforzaron la exhibición de películas de autor con miras más artísticas que comerciales.

Esta mezcla de arte y glamour ubicó a la Berlinale al nivel de los certámenes de Venecia y Cannes, convirtiendo el periplo organizativo en una plataforma para los cineastas conceptuales y para quienes atienden la promoción de contenidos. La Berlinale, a reserva de su agendada duración, genera eventos alternos durante todo el año en la mítica ciudad alemana, pues desde su inicio se propuso redimensionar el cine alemán que había tenido a finales de los años 20 y principios de los años 30 un tope creativo, cuya influencia expresionista vería tras la guerra, la llegada del neorrealismo italiano y otras corrientes cinematográficas, converger en un universo paralelo pero simétrico en su necesidad de expresar los dejos del conflicto armado y la división ideológica del pensamiento.

Este año, la edición 68 del célebre festival atestiguó el triunfo polémico de la película Touch Me Not, dirigida por la rumana Adina Pintilie, que se alzó con el Oso de Oro, máximo reconocimiento del festival, que ha sido otorgado a cintas míticas y a realizadores legendarios que han hecho de la Berlinale una de las más importantes celebraciones del séptimo arte: Satyajit Ray, Jim Sheridan, Michelangelo Antonioni, John Schlesinger, Roman Polanski, Vittorio De Sica, Robert Altman, Carlos Saura, Zhang Yimou, Costa-Gavras, Ang Lee, Milos Forman o Paul Greengrass, son algunos de los directores que han recibido el prestigiado reconocimiento.

En esta edición de DECÁLOGO, compartimos reflexiones sobre 10 de las cintas que conquistaron la Berlinale y por qué algunas de ellas delimitaron un cambio de vía en la muestra anual de películas y sus historias. El orden de las cintas no obedece a una clasificación jerárquica, sino a una mera apreciación personal, y en lugar de 10 películas, compartimos el breve reflexionario de 12, en homenaje a una de las primeras realizaciones premiadas del certamen alemán.

 

12. 12 hombres en pugna (12 Angry Men) 1957

Dir. Sidney Lumet

Ópera prima del director Sidney Lumet, 12 hombres en pugna se convirtió en un clásico instantáneo gracias a su argumento dubitativo, que lo mismo pondera los posicionamientos y el prejuicio que la suposición y la vocación por la justicia basada en las evidencias de un asesinato. Un joven acusado de ultimar a su padre es el argumento que Reginald Rose escribió para televisión y que en su adaptación cinematográfica catapultó no sólo al director sino al cine policial sustentado en juicios orales a un nivel superlativo, enmarcado en una sala en cuyos asientos convergen la certeza, la duda, la suspicacia, el sentido común, el debate, el diálogo y los acuerdos.

Henry Fonda, en una soberbia actuación, hace del jurado número 8 un personaje que lo mismo es idealista que héroe, que hace las veces de abogado y defensor de la justicia, no soslayando el hecho sino abriendo posibilidades a la sentencia. Lee J. Cobb ofrece una actuación mítica para la primera cinta estadounidense que conquistó la Berlinale y que, de paso, abrió por vez primera las posibilidades financieras de colaboración entre la festividad alemana y Hollywood.

 

11. En cuerpo y alma (On Body and Soul) 2017

Dir. Ildikó Enyedi

Una poesía lírica, emotiva, profunda, desgarradora desde sus silencios, tenue de dolor en sus no dados abrazos y una original pieza romántica no convencional, hacen de En cuerpo y alma una aproximación a las relaciones humanas desde la empatía y los sueños. Enyedi presenta un marco visual enmarcado en un ambiente obrero, un rastro, donde la crueldad o la necesidad humana cohabitan, como cohabitan los sentimientos inexpresivos de la cotidianidad que, sin pretenderlo, asiste al milagro de la mutualidad.

Un viso de la otredad que confronta, del vacío existencial y el letargo de la vida que se cruzan sin tiempo ni edad para encontrarse en los sueños nocturnos y en la monotonía de los días. Enyedi hace de cada pausa un momento de íntima introspección, logra conformar diálogos del pensamiento, y de los sueños, un lugar de encuentro para el amor, la empatía y el sentido al vacío que atiende ese soñar como un milagro. Las actuaciones destacan por su acompasada calidez a pesar de la frialdad con que la dirección permite licencias para el terror o el abandono, y la esperanza que fluye ante el suicidio como amenaza es, quizá, la más poética de sus secuencias. Una obra maestra de la posmodernidad, un guiño a la comunicación que funciona a la distancia, cuando nuestro ser anhela un abrazo, una conversación, alguien que nos escuche o simplemente que con nosotros comparta los sueños.

 

10. Cuando los hermanos se encuentran (Rain Man) 1988

Dir. Barry Levinson

Protagonizada por Dustin Hoffman y Tom Cruise, Cuando los hermanos se encuentran logró un hito artístico y comercial que incluso ha puesto en duda su valía cinematográfica. Y es que las críticas van de la acusación de una trama armada para el sentimentalismo, a la caricaturización del autismo; no obstante, el carisma de sus protagonistas, la emotividad de las imágenes, la música de Hans Zimmer, el recorrido por una carretera, ciudades, parajes, un juego del pícaro sitio en Las Vegas, el desliz por las escaleras eléctricas de dos atuendos gemelos o un baile al elevador, hicieron de la película un auténtico triunfo taquillero que consiguió no sólo ganar la Berlinale sino también el premio Óscar a Mejor Película y ser, al mismo tiempo, la película más taquillera de ese año.

Raymond Babbitt (Dustin Hoffman) y Charlie Babbitt (Tom Cruise) son dos hermanos que se reencuentran tras la muerte de su padre y la posterior lectura de un testamento que como acción generadora les une a destino. El joven Charlie es pretencioso y pleno de ambición, no da crédito de tener que compartir la herencia con su hermano, menos aún cuando se entera que ésta, para él, consiste en un Buick clásico, el cual siempre le fue vetado de usar por su padre, mientras a Ray le corresponde el único bien material que pudiera solventar en el joven sus problemas financieros. Pero la complejidad de la cinta radica en que Ray padece autismo y se encuentra en una clínica de la cual deberá salir a coerción de Charlie, para hacer un recorrido -nuevamente el viaje como premisa narrativa- para posarse en los vestigios que la lluvia trae a definición de aquellos años en que los hermanos estuvieron juntos.

Charlie advierte los recuerdos del entonces mientras resuena que Ray habita esas sombras de su infancia que devela a medida que la trama avanza. Situaciones divertidas, angustiantes, desafíos, triunfos, rabietas, ataques y ansiedades, brindan un corolario de imágenes que Ray va capturando en la furtiva travesía, en una cámara fotográfica que captura los cruces de caminos, las señales y los sentimientos fraternales que, al final, dejan abierta la puerta para futuros reencuentros.

 

9. La fuerza del amor (Love Streams) 1984

Dir. John Cassavetes

Si el Festival de Berlín pudiera más tarde ser criticado por apoyar cintas de estudio hollywoodense, el propio festival se encargó de difuminar las críticas con el triunfo del cine independiente que se abría paso en Hollywood en medio de una década caracterizada por el dictamen de los blockbusters. Pionero de la realización alternativa, actor y director, John Cassavetes hizo de La fuerza del amor un retrato profuso de la filial relación entre dos hermanos, Robert y Sarah, interpretados intensamente por el propio Cassavetes y Gena Rowlands respectivamente, que tras las visicitudes del amor, la paternidad, el abandono, la ausente inspiración y el desgaste de un sendero transitado entre las corrientes indetenibles y la búsqueda de un regazo fraterno, se hallan cual salvavidas en el sentido del amor y las pasiones que no se plasman correspondientes y se derraman en la autodestrucción de los apegos. Un grito a la comprensión, la exclamación del regazo, la llamada que atiende el resquebrajamiento de los cimientos más débiles, y que apela a la fortaleza del cariño que sólo la fraternidad puede amparar como indicio.

Al igual que Cuando los hermanos se encuentran, La fuerza del amor aborda el encuentro de dos hermanos, aunque a diferencia de la anterior, donde los deudos prácticamente se desconocen y habita sus recuerdos una vaga memoria, en la cinta de Cassavetes reviven los pormenores que les permiten un desahogo compartido. Mientras John Jarmush hacía de Extraños en el paraíso un éxito del Festival de Cannes, Cassavetes, inspirador de la realización independiente en Estados Unidos, conquistaba Berlín con su desgarradora fuerza del amor.

 

8. Los cuentos de Canterbury (I racconti di Canterbury) 1972

Dir. Pier Paolo Pasolini

Un serial de cuentos acompasados al peregrinaje de la fe y las creencias que conllevan el viaje a la Catedral de Canterbury en el Reino Unido conforman el corolario narrativo escrito por Geoffrey Chaucer entre finales del siglo XIV y el siglo XV, obra cumbre de las postrimerías de la Edad Media, donde un banquete aguarda a los comensales viajeros que confluyen en la travesía como una promesa.

Pier Paolo Pasolini presenta su segunda entrega en la trilogía de la vida, que incluye El Decamerón de Boccaccio y Las noches árabes del popular libro Las mil y una noches, como un testamento de literatura medieval, a la que vierte una irreverencia, provocativa, sugerente y surreal, presenta su propuesta visual añadiendo a su adaptación los presupuestos prosaicos, líricos y poéticos que caracterizaron a sus potentes y polémicas secuencias. A la vez del interminable auspicio del relato, la estructura de la película apela a la imaginación, a la historia, a las ocurrencias, anécdotas e inventiva como el recurso imaginario que entretiene en sinergia a los peregrinos, a través de ocho cuentos donde nobles y campesinos, clérigos y demonios, construyen una cofradía juglar que lo mismo distrae el viaje que augura su llegada. La Berlinale premia así a otro rostro del cine italiano, el que experimenta desde la lírica tradicional las posibilidades creativas y deconstructivas de uno de sus más laureados y míticos exponentes.

 

7. La delgada línea roja (The Thin Red Line) 1998

Dir. Terrence Malick

Casi 20 años después de su última película, Terrence Malick, mítico cineasta y filósofo estadounidense, presentó en la Berlinale su épica visión de la segunda guerra mundial, envuelta en una fotografía dinámica, pero con la misma poética de fondo que en cada palabra suelta los dolos y la recurrente voz en off de los personajes que lo mismo interactúan en la supervivencia y la estrategia, que recuerdan y evocan lo querido.

Un regreso triunfal para el director texano que tras dos obras maestras, Malas tierras (1973) y Días de gloria (1978), decidió abocarse hacia el silencio cinematográfico y alternar su pasión con la búsqueda de respuestas filosóficas que darían un giro a su oferta creativa. Malick debió sortear diversas entregas de premios contra dos películas más que abordaron el citado conflicto bélico, la emocional La vida es bella de Roberto Benigni, y la igualmente magistral Rescatando al soldado Ryan, de Steven Spielberg.

No obstante, con el paso del tiempo la consideración de La delgada línea roja como una obra superior a las anteriores ha dominado la discusión polifónica, como polifónica es la narrativa de esta extraordinaria película que triunfó en Berlín y consolidó aún más a su legendario director.

 

6. La ansiedad de Veronika Voss (Die Sehnsucht der Veronika) 1982

Dir. Rainer Werner Fassbinder

Ícono del cine alemán y de la propia Berlinale, Fassbinder compartió el resurgimiento del cine alemán desde las nuevas ópticas de su generación; las épicas realistas, histriónicas y casi documentales de Werner Herzog, la propuesta alusiva de la nostalgia y el anhelo como si fuesen un viaje en Wim Wenders, y la acción exuberante de Wolfgang Petersen, por citar algunos, posicionaron al cine alemán en una palestra que lo mismo ocuparía el televisor que las salas de cine de arte y taquilla. Fassbinder construye una visión del mundo desde el realismo social, en la denuncia, en el esfuerzo por situar las nuevas problemáticas y fenómenos sociales que advertía en la naciente globalización y en la migración continua, y a su vez, explora los sentimientos de sus protagonistas y la trama de la cotidianidad a lo largo de constantes vaivenes dramáticos.

En La ansiedad de Veronika Voss, Fassbinder explora la realidad devastada de Alemania tras la guerra y cómo se posiciona en una nueva ventana de crecimiento económico atenida al proteccionismo y a la dual ideología que lo mismo atemoriza las influencias que desarrolla la industria y potencializa la economía generando contrastes que resultan indolentes a quienes los habitan desde los sentimientos, el amor o la infancia. El auge y la caída de una estrella, el auge, la caída, el renacer o la muerte del arte desde el ser humano y sus circunstancias, hacen de esta cinta una portentosa obra que sirvió como testamento cinematográfico del joven director, y que fungió como el principal motivo para homenajear a quien muriera ese mismo año dejando una huella indeleble no sólo en Berlín sino en todo el mundo.

 

5. Alphaville (Alphaville) 1965

Dir. Jean-Luc Godard

Máximo representante del nuevo cine francés, de esa nueva ola que cubriría y se derramaría por completo en el mundo alentando la creatividad lírica, técnica y creativa en el manejo de la imagen, la música, y la voz.

Jean-Luc Godard hizo de los años 60 su década, al igual que Fellini, Antonioni, Truffaut, Schlesinger, Resnais, Buñuel, Claude Lelouch, Varda, Rocha, entre otros, que dieron pauta a definir en sus respectivos países una óptica genuina. Godard popularizó su estilo y definió una nueva forma de hacer cine y hacerlo de forma universal; al tiempo, plantea desde la ciencia ficción el sacrificio que máxime podría alcanzar el ser humano por conservar su libertad o sus sentimientos, en medio de un sistema totalitario. Alphaville plantea si la felicidad o la posibilidad de ser felices atiende a soslayar aquello que nos brindan los sentidos, el ser humano y sus emociones.

Acorde con distintas obras literarias de ciencia ficción que irrumpieron con fuerza cinematográfica en los años venideros, Godard presenta un futuro distópico donde no está permitido preguntar ni sentir. Berlín premio al estandarte de la nueva ola francesa y, por añadidura, hace una crítica social que advierte la premisa de prevenir el advenimiento de nuevos totalitarismos justo cuando la juventud se hace presente y expresa, generando movimientos sociales nacidos en la juventud que definirán, en mucho, los años 60.

 

4. Una separación (A Separation) 2011

Dir. Asghard Farhadi

El cine asiático ha estado representado por diversas cintas y directores de culto en la Berlinale, pero sin duda fue Una separación, de Asghard Farhadi, la que hasta el momento cimbró no una sino varias categorías del prestigiado festival alemán. La separación como tópico, la situación política como circunstancia, y la migración como consecuencia de un contexto que determina la clase media de Irán a la que pertenecen sus protagonistas, envuelven una historia de amor que se traba entre los anhelos, la desesperación, la resignación y la posibilidad como una difusa alternativa.

Farhardi plantea la irresoluble decisión de divorcio en una pareja que tras el ausente acuerdo entre quedarse o irse de Therán, optan por separarse y transitar distintos caminos aunque no sea el desamor una de las causas. Leila Hatami interpreta a Simín, la esposa que no desea irse de su tierra, mientras Peyman Moaadí caracteriza a Nader, el esposo que no quiere dejar ni su ciudad ni a su padre, quien padece Alzheimer. Sarina Farhadi como Termé completa el cuadro nuclear de una familia que, ante una pléyade de situaciones y conflictos, debe ponderar su devenir a la decisión de un niño que asume sobre sus hombros ya no la separación, sino el silencio que se avecina como respuesta.

 

3. El viaje de Chihiro (Sprited Away) 1993

Dir. Hayao Miyazaki

Continuando con el cine asiático y su impacto en la Berlinale, Hayao Miyazaki cimbró los límites de la narrativa cinematográfica en el festival, cuando en el año 2001 conquistó Berlín y todas las ciudades y países donde fue mostrada la obra maestra de la animación del siglo XXI. Miyazaki ahonda en la vida y la muerte como un viaje, los sueños, anhelos e ilusiones ante la pérdida del ser humano y la búsqueda de la libertad como una metáfora que surge desde la imaginación que la posibilita.

Los padres de Chihiro parecen transformarse en cerdos al internarse en una ciudad mágica, que de noche parece cobrar vida y afectar a modo de hechizo a los visitantes; Chihiro lucha entonces por terminar con las maldiciones y liberar el entorno y a sus padres, mientras da cuenta de que el imaginario sucede en sus sueños, o en una realidad alterna en la que sus padres aguardan sin haber sido hechizados. El viaje de Chihiro representa un punto climático en la cinematografía de Miyazaki, y una de las más celebradas películas en la historia del cine animado.

 

2. Fresas salvajes (Wild Strawberries) 1958

Dir. Ingmar Bergman

La década de los años 50 fue testigo del auge creativo y filosófico del maestro sueco Ingmar Bergman, El séptimo sello y Fresas salvajes son muestra de ello, y es esta última la que pobló de halagos la Berlinale, donde le fue concedido el premio máximo y se alabaron las vetas estéticas e interpretativas del estilo cinematográfico del director oriundo de Upsala. El viaje como escenario narrativo, recurrente en las películas laureadas del festival a lo largo de su historia, muestra un periplo existencial que enhebra argumentos y el pensamiento que deriva en la reflexión constante sobre la vida, la muerte y la existencia humanas. El temor a la pesadilla que hace de los sueños una advertencia es el giro dramático que hace del protagonista, Isak Borg, interpretado por Victor Sjöström, el causal del viaje por carretera en compañía de su nuera, en un puente generacional que se completa con tres jóvenes unidos por el amor o el anhelo del deseo que germina como germinan las fresas salvajes. La senectud, el funeral que es visto por el propio muerto y el nacimiento como una opción del libre albedrío, aparecen y desaparecen como situaciones que componen los sueños de Isak y que en su momento más álgido le hacen cuestionarse la existencia de Dios y a través de esa dubitación, en un soliloquio que se convierte en una oda coral, encontrar sentido a la vida mediante la palabra, la compañía y la sonrisa, que otorgan a la cinta un cariz de positivismo que celebra la vida. Bergman examina a través de los personajes el reconocimiento a los días pasados y al futuro, a los logros y a la heredad que trasciende las creencias desde la realidad de los sueños.

 

1. Magnolia (Magnolia) 1999

Dir. Paul Thomas Anderson

Era el fin del milenio, los temores, angustias, las filias y fobias dominaban las incipientes pero nacientes redes sociales y los medios masivos de comunicación; el Internet por completo se ponía a prueba para anunciar el cambio de siglo y sus consecuencias probables de caos y transformación; el advenimiento de un futuro incierto, del devenir y de su locura, de la incertidumbre. El fin de la historia, su reescritura, o el fondo de un agujero negro sin fondo, matizaron los últimos meses del año; la esperanza no era una constante, el miedo era una posibilidad, la matemática caería y el mundo sucumbiría a sus propias reglas mediante siglas indescifrables. Nada de esto sucedió, al menos como estaba estipulado al darse las cero horas del primer día del año 2000.

Todo se dio más tarde, lento y de a poco. Después del 2001 nada sería igual en el mundo, nada, ni siquiera los temores volverían a ser los mismos, lo conocido sería desconocido y a partir de entonces la precaución sería hacia los imprevistos. Así también el cine avistó la degradación, el abandono, el suicidio colectivo de la desesperanza; Belleza americana se acuñaba como la ganadora del Óscar a Mejor Película, pero una cinta estrenada en diciembre de 1999 quedaría en la memoria, no en la historia, como un aviso permanente de una sociedad que sigue en búsqueda de su espacio a destiempo.

Paul Thomas Anderson condensa la caída de la posmodernidad y su pesquisa de identidades en una pieza de dolor, arrepentimiento, vacío y desesperación; cada uno de los personajes interconectados con la casualidad, con la casualidad o con el infortunio, porta en sus líneas y sobre todo en sus expresiones, la suma de todos los miedos y ansiedades que corresponden a la falta de cariño, apego y motivos. La búsqueda de un estado de felicidad que parece no existir, la resignación, el sueño lúcido o las máscaras que cubren las secretas intenciones caracterizan las notas musicales de una canción compartida, de una risa amable, de una petición rota, de un intento fallido y de las buenas acciones sin objeto ni sentido. Magnolia es una bella página en la historia del cine contemporáneo, bella aunque duela, bella aunque asuste, bella aunque en sí misma parezca deplorable o poco atractiva.

La pléyade de grandes actuaciones deja su huella como si el papel fuese ese lienzo en donde caben las mareas, los temblores y el arcoíris al final de la tormenta. Julianne Moore, John C. Reilly, Philip Seymour Hoffman, William H. Macy, Felicity Huffman, Jason Robards -en su último papel-, entre otros, acompañan la poderosa, cínica, sensible y quizá mejor actuación en la carrera de Tom Cruise, para hacer de Magnolia una de las mejores películas de la década, una reflexión individual y colectiva sobre la paradoja, los sentimientos, los apegos, la confirmación de un gran director y al advenimiento de una lluvia impregnada de los más vacíos aromas posmodernos.

 

* Iván Uriel Atanacio Medellín. Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas El surco y El Ítamo (Universidad Veracruzana, 2015), que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades a nivel internacional. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es Director Editorial de Filmakersmovie.com.