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Esto que brilla en el aire: novedades de poesía para niños y jóvenes en México

Libros

Por: Adolfo Cordova - 12/13/2017

Este es un recorrido para mirar, leer y asombrarse con la diversidad y vitalidad de la creación poética y gráfica en nuestro país

   En 2017 una docena de libros de poesía ilustrada fue publicada en México. Este es un recorrido para mirar, leer y asombrarse con la diversidad y vitalidad de la creación poética y gráfica en nuestro país. Tanto formas clásicas de la lírica de tradición popular infantil, que mantienen vigente esta antigua vía para acercar la poesía a los primeros lectores, como versos libres de métrica y sin rima, que ofrecen nuevas músicas verbales y actualidad a las publicaciones. Igual de notable y variada es la ilustración que extiende y acompasa las palabras mientras combina técnicas y lenguajes como el cómic, la fotografía y el minimalismo.

Si bien es cierto que frente a la narrativa la muestra de poesía es tan acotada que cabe en una sola entrada, también es cierto que lo poco que se publica pareciera pelear por su lugar, ganárselo por mérito propio y brillar entre el resto.

He pasado los últimos dos años estudiando y leyendo especialmente la poesía para niños y jóvenes que se publica en Iberoamérica. Aunque sabemos que se publica más novela y cuento (en libro álbum) e incluso libro informativo, la relación cantidad y calidad entre los nuevos libros de poesía pareciera más equilibrada. Este año, por ejemplo, se publicaron unos doce nuevos libros de poesía para niños y jóvenes en México. Si pensamos que una sola editorial con colecciones infantiles y juveniles puede poner en circulación hasta 50 novedades al año, suena a que es poco, pero en un mundo menos saturado de libros, doce títulos al año, uno por mes, sonaría razonable, sobre todo si notamos que cada título tiene algo sobresaliente y que ninguno fue una compra de derechos. Es decir, pocos pero buenos, hechos en Hispanoamérica y muchos de ellos tomando riesgos formales y temáticos. Esa fue mi sorpresa cuando la CANIEM me pidió que preparara este recorrido con las novedades para su encuentro nacional de libreros, editores y bibliotecarios en la pasada FILIJ. Entonces me enviaron 10, acá agregué dos más que encontré después. Brilla la poesía en México. Juzgue usted con este recorrido encadenado, como en retahíla, de poesía inagotable, que ganó la batalla.

 

1. Empezamos con un título de Ramón Iván Suárez Caamal, uno de los poetas más prolíficos y premiados de México. En su poemario Malaika (Nave de papel, 2017), dedicado a su nieta e ilustrado por Karla Moo, rinde homenaje a la cultura afrocaribeña en México, con poemas llenos de tambores y cantos: un repertorio que va de la ronda, el juego de palabras, la retahíla y el caligrama a una poesía de versificación libre y rima fluctuante que igual hace sonar cada página. 

 

  

2. De un arrullo a otro en Camino de plata (Nostra Ediciones, 2017) de otra maestra de la lírica tradicional infantil: Gilda Rincón. Ilustrado por Bárbar Sansó, este bello poemario es, como dice la autora en el prólogo, una “cosecha de mangos maduros”. Vasta cosecha, de casi un centenar de poemas, dividida en tres partes: “A la vío vío: Para los más chicos”, “En un rincón del patio: para los no tan chicos” y “El chiturí, clarín de primavera: haikús y otros minipoemas”. El registro de esta autora es muy amplio, mientras que en poemas como “El heredero” se siente una voz más adulta que intenta acercarse al niño, en otros como “Yo quiero ver un duende” consigue una complicidad directa con el lector. 

Los esperan aquí pequeños abecedarios, adivinanzas, arrullos; poemas para contar hipopótamos, un doctor trabalenguas que enreda todas las palabras, hermanas pequeñas que son como muñecas, animales que bailan rock, una niña que no abandona a su osito de peluche precisamente porque de tanto jugar se le han caído los ojos; niños que juegan al trenecito, niños que desean tener las siete vidas de un gato y en cada uno de ellas ser algo distinto; y un montón de animales: gatos, cangrejos, pingüinos, mariposas, abejas, palomas, pelícanos, pulpos, caballitos de mar y cigüeñas.

 

3. Otra tropa de animales marcha en Rurrú Camarón. Antología de poetas latinoamericanos (Bambú, 2017) de Ana Garralón, experta en entrecruzar lecturas. Fueron animales los primeros personajes que se relacionaron a ese niño lector que empezamos a imaginar con las Fábulas de Esopo o Calila y Dimna. A esa tradición primigenia se suma este libro, ilustrado por Rebeca Luciani y divido en tres partes: “Por el aire van”, “Del agua vienen”, “En la tierra están”. Un paseo por México, Argentina, Uruguay, Colombia, Puerto Rico, Ecuador, Costa Rica y Chile guiado por poetas olvidados, otros reconocidos; varios de ellos precursores de la literatura infantil y juvenil en Latinoamérica, como María Elena Walsh, Jairo Aníbal Niño o Ester Feliciano Mendoza; y otros que no necesariamente escribieron pensando en un niño lector como José Juan Tablada, Octavio Paz o Carmen Alicia Cadilla, pero que pueden resultarles cercanos. Además de poemas humorísticos como un “Pato” de Emilio Uribe Romo, que recuerda a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna o los poemínimos de Efraín Huerta; y poesía vinculada a la canción popular como “Mi gatico Vinagrito” de Teresita Fernández, o “El canto del grillo” de Gustavo Alfredo Jácome, que pareciera extraída también de un cancionero.

 

4. Un salto de grillo a chapulín para seguir las huellas de animales por un paisaje más cercano. En Un ajolote me dijo (Castillo, 2017) de María Baranda, embajadora FILIJ 2017 y quien ha impulsado el reconocimiento de la LIJ como literatura de grandes ligas, el jaguar, el venado cola blanca, el ocelote, el teporingo, el lobo gris y hasta el zopilote dicen sus nombres para que los lectores mexicanos no les teman. O así lo sugiere la poeta, que en la primera página confiesa que sólo está contando lo que un ajolote le dijo: que todos los animales son amigos. Aquí entramos a un terreno que se aleja ya de la lírica tradicional, aunque no de los personajes que interesan a los lectores. María Baranda explora y juega con varios tonos y ritmos hechos con aleteos, aullidos, deslizamientos… Las extraordinarias ilustraciones de Armando Fonseca, aumentan el asombro y la belleza, el tiempo en la página.

5. En Los hermanos Zapata (Libros para imaginar, 2017) dos gatos se quedan huérfanos luego de que su madre sea tragada por una enorme iguana o “dragón del desierto”. Este inicio desproporcionado es la entrada para leer esta “ópera del desierto mexicano”, extensa hipérbole que da un aire fresco a la épica: las hazañas que se relatan aquí son las de un par de gatos perseguidos por el crimen organizado y con el sueño americano como plan de escape y supervivencia. Parte del valor de esta arriesgada propuesta radica en la visibilidad que le otorga a un tema casi inédito en los libros para niños que se publican en México: la complicidad entre gobierno y narcotráfico, las ejecuciones públicas y el exilio. Escrito originalmente en noruego por Torgeir Rebolledo Pedersennieto del poeta modernista mexicano Efrén Rebolledo (diplomático y embajador de México en Noruega en los inicios de la década de los veinte del siglo XX), el tono haya su punto justo gracias a las delirantes ilustraciones de Lilian Brogger, en clave de cómic.

 

6. Nos quedamos en el imaginario mexicano para prenderle una velita al Santo Remedio (Petra Ediciones, 2017) de Ernesto Lumbreras y Flavia Zorrilla Drago. Golpes de ingenio con mucho sentido del humor que actualizan al refrán o conseja popular cruzándolo con un imaginario fantástico lleno de fantasmas, ogros y brujas; juegos de aliteraciones en textos como “Los chocolates de los Chávez” y una sección de “vocales de colores” que dan una función de circo completan este divertido poemario que se antoja leer en voz alta. La ilustración aumenta el humor, añade capas de lectura a los versos y emprende un camino propio en el que se multiplican las pociones y los personajes del recetario lírico para criaturas olvidadas por la ciencia.

 

 

 

7. El narrador oral Jermán Argueta reproduce aquí ese tono que domina para conducirnos de vuelta a una casa, la casa siempre abierta de los abuelos, casa-barco lista para zarpar al pueblo de la memoria. La casa de mis abuelos (Edelvives, 2017) es una evocativa narración en verso, con algunos ecos de Pedro Páramo, que nos sitúa en una comunidad rural en la que un hombre recuerda su infancia. Aunque el tiempo revele lo contrario, el lugar de juegos para él sigue intacto, listo para zarpar en cualquier momento y con la ayuda de palabras familiares. Las ilustraciones Rosi Aragón exploran en distintas capas, igual que sucede con los recuerdos, texturas de papel recortado, fotografía e imagen digital. Aquí una reseña de Dana del canal La Retahíla de una edición anterior del libro.

 

 

 

8. Arropados por una noche que escapa del lugar común, Esto que brilla en el aire (FCE, 2017) coloca a los niños y niñas en el centro. No es una poesía sobre niños sino para niños, cercana a ellos y a un motivo poético clásico: la fascinación por la naturaleza. La nieve, la tela de una araña, un cardumen de peces como estrellas, una bandada de versos como pájaros en el cielo, muchos juegos entre charcos de noche y algunas preguntas recostados en la hierba. Escrito por Cecilia Pisos e ilustrado por Ana Pez, este brillante poemario ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía 2016 (de entre 288 propuestas provenientes de 20 países) y fue destacado por “su profundo trabajo y el desarrollo sutil de las imágenes; sus cualidades estilísticas que revalorizan la poesía para niños en un contexto que puede ser destinado a lectores de cualquier edad”. 

 

9. Se suma a la notable colección de antologías de poesía que ha emprendido Castillo, de la mano de Rodolfo Fonseca, Marineros. Antología de poesía iberoamericana sobre el amor (Castillo, 2017). Una impecable selección, correspondida con las ilustraciones de Inés Sánchez, de algunas de las voces más representativas de Iberoamérica: Salvador Novo, Alejandra Pizarnik, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Isabel Fraire, Vicente Aleixandre, Fernando Pessoa, Juan Ramón Jiménez, Oliverio Girondo, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Rosalía de Castro, Federico García Lorca, Vicente Huidobro, Clarice Lispector y Jorge Luis Borges. Un amplio catálogo poético, del verso medido y rimado, a los poemas en prosa y las vanguardias, que acercará a los jóvenes lectores a esos dos motivos favoritos de los poetas: el mar y el amor, y sus altibajos.

 

10. Con un clásico cambio de perspectiva y originales variaciones, María Baranda y Santiago Solís dan nueva vida a los objetos domésticos en Máquinas imaginadas (Planeta, 2017). Poemas como artefactos imposibles de desarmar, enigmáticos, divertidos y detonadores de más imaginaciones. Un refrigerador que es museo, un formador de nubes, una batidora de ideas, una taza que hace agujeros, un trapeador que se lleva las horas, una puerta termómetro y otras muchas formas disparatadas de poner en acción un singular mundo de mecanismos poéticos.

 

11. El interior de los colores (Planeta, 2017) es una propuesta audaz, de María José Ferrada y Rodrigo Marín Matamoros, que invita a los lectores a mirar por un círculo un posible momento en la vida de un color. El libro recuerda otros experimentos artísticos como los lienzos con plastas monocromáticas que a finales del siglo XX el humorista francés, Alphonse Allais, asociaba con un título excéntrico como “Marcha fúnebre compuesta para las exequias de un célebre hombre sordo”. O bien el arte conceptual y minimalista de Sol LeWitt y el libro Pomelo de Yoko Ono, pues los poemas de Ferrada son instrucciones, escritas en segunda persona, que invitan al lector a mirarse poéticamente. Rara joya.

 

12. También de María José Ferrada, en conjunto con Ana Penyas, otro libro destacable, enmarcado por un tema muy contemporáneo y recurrente en la LIJ: la inmigración y los refugiados. Mexique, el nombre del barco (Ediciones Tecolote / Libros del Zorro Rojo, 2017) es una narración en verso que recrea la salida de 456 niños españoles, hijos de republicanos, hacia costas mexicanas en mayo de 1937, esos niños que serían conocidos en nuestra historia como los “niños de Morelia”. Con sutileza y centrándose en el trayecto, las autoras nos muestran las preocupaciones y esperanzas infantiles con un acierto que trasciende la anécdota y conmueve profundamente.