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Esta puede ser la causa (y la solución) de los desórdenes de la alimentación

Buena Vida

Por: Jimena O. - 12/04/2017

De acuerdo con algunos especialistas, estas creencias irracionales relacionadas con la vergüenza pueden llegar a consumir tanta energía psicosomática que nos provoca consumir cada vez más alimentos como un intento de regular esa alteración

En psiquiatría, psicología y ciencias de la salud mental, uno de los temas menos investigados pero de los más recurrentes en pacientes es el de la vergüenza. Esta emoción, que se aprende desde los primeros años de infancia, se alberga en nuestro inconsciente a lo largo de nuestra adultez y senectud. Incluso es la responsable de múltiples conductas autodestructivas, tales como el estancamiento en la zona de confort, inseguridad excesiva, un autoconcepto distorsionado y degradado, tendencias a crisis de ansiedad u otros trastornos del estado de ánimo, patrones tóxicos en relación con la alimentación, sueño, vínculos afectivos, entre otros.

Especificando la relación entre la vergüenza y los patrones tóxicos en la alimentación, se logra dilucidar una especie de foco rojo que llama la atención. En patologías como la anorexia nerviosa, bulimia o pica, el vínculo correlacional es evidente, sin embargo, en casos cotidianos -algunos dirían neuróticos- la relación con la comida puede ser variada y poseer algunos destellos de la vergüenza albergada en el inconsciente.

De hecho, una expresión común de la vergüenza es el consumo "raro" de los alimentos. Algunos comen anormalmente rápido; otros, eligen una reducida o nula cantidad de comida; hay quienes la consumen principalmente cuando experimenta angustia, tristeza o ansiedad. Este hábito, ejercido quizá inconscientemente durante varios años, puede relacionarse con emociones negativas reprimidas o creencias irracionales sobre uno mismo -como por ejemplo, no sentirse lo suficientemente bueno para algo-.

De acuerdo con algunos especialistas, estas creencias irracionales relacionadas con la vergüenza, pueden llegar a consumir tanta energía psicosomática que nos provoca consumir cada vez más alimentos como un intento de regular esa alteración. Y el primer paso para enfrentar este patrón autodestructivo -con el fin de aprender a tratarnos mejor- es traerlo a la conciencia.

Traer a conciencia implica darse cuenta de los pensamientos repetitivos que navegan por nuestra mente durante eventos difíciles de la vida. Muchos de estos pensamientos surgen sutilmente como dudas sobre las capacidades o necesidades básicas de uno: "Nadie me podrá amar así", "Soy un caso perdido", "No soy adecuado", "Soy un fracaso", "Estoy solo", "No pertenezco aquí". Otros aparecen como un crítica excesiva sobre uno mismo, promoviendo la culpa, la decepción, el rechazo, entre otros. Mientras tanto, la experiencia física de la vergüenza se engloban en una postura corporal cabizbaja, olas de calor en la cabeza, sudoración en las manos, elevación del ritmo cardíaco.

Después de traer a conciencia la influencia de la vergüenza en nuestra vida, el objetivo es evitar que se expanda como el veneno de una mordida de serpiente. Las acciones, conscientes o inconscientes, son el silencio, la predominancia de tabúes y los prejuicios, por lo que romper el silencio y retar tanto a los tabúes como a los juicios, son partes esenciales tanto en la reducción de la compulsividad alimenticia como en el proceso de sanación del self (o sí mismo).

El siguiente paso a seguir es enfocar la atención hacia nuestra humanidad: los seres humanos nacimos con el deseo de ser amados y con la necesidad de estar otras personas para sobrevivir. En consecuencia, buscamos la aprobación de los demás y sentimos vergüenza social cuando percibimos que no formamos parte de un grupo. De modo que, cuando comprendemos que existen otras personas luchando contra las mismas emociones y miedos, es posible conectar con la humanidad.

El tercer paso busca desarrollar la valentía para enfrentar aquellas historias dolorosas que nos provocan vergüenza. Para lograrlo, las enseñanzas de la meditación promueven recibir cada experiencia -positiva o negativa- con curiosidad y apertura, compasión y amabilidad, conciencia y estoicismo. Esto, debido a que las herramientas antes mencionadas, alivian el sufrimiento de la autocrítica. Por ello es indispensable poner en práctica la disciplina de la meditación, la respiración en plena conciencia y generar una rutina saludable con la comida -sentarse con la mesa puesta, dejar a un lado la tecnología mientras se come, etcétera. 

 

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Imagen de portada: Pulp Fiction, Quentin Tarantino (1994)