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¿El mundo mejora gracias a los pensamientos de buena voluntad?

Hubo una vez un Internet que, se creyó, podía generar revoluciones. Se dijo entonces que Twitter había sido uno de los medios de comunicación fundamentales para propiciar la “primavera árabe”, que Occupy Wall Street había ocurrido primero en los medios digitales y que plataformas como YouTube e incluso Facebook hacían posible que una persona común y corriente pudiera convertirse en creador y difusor de información valiosa y de interés público.

Ese Internet, sin embargo, hace tiempo que desapareció, y hoy parece una reliquia que en los años transcurridos desde entonces y hasta ahora ya pocos recuerdan y, menos todavía, están interesados en traer de vuelta al mundo contemporáneo.

Ahora rememoramos esa cualidad perdida del Internet a propósito de un breve pero incisivo cómic que nos recordó lo que entonces se dio en llamar, con cierto desdén, el “activismo de sofá”, y que acaso terminó por consumir ese ánimo incendiario que pareció tener la red durante un tiempo. 

Quizá, después de todo, quienes protagonizaron o al menos atestiguaron dicho espíritu, no terminaron de comprender que los pensamientos y las buenas intenciones no serán nunca actos auténticos, capaces de provocar un efecto sobre la realidad.

La viñeta es obra del ilustrador Stephen Byrne.

 

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