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El modelo evolutivo de la conciencia de Ken Wilber: un modelo de la psique y el cosmos

Filosofía

Por: Jimena O. - 07/02/2017

Esta disciplina define la psique como una “estructura de múltiples capas –pluridimensional– compuesta de todos, unidades e integraciones sucesivas y de orden cada vez más elevado”

Desde la Antigua Grecia hasta la actualidad han surgido múltiples teorías que explican y comprenden la mente y la psique del ser humano. Cada una de ellas retoma diferentes perspectivas del ser humano. Por ejemplo, Aristóteles analizó los síntomas corporales; Sigmund Freud, el desarrollo psicosexual; Erik Erikson, el desarrollo psicosocial; entre otros. Como una manera de integrar las multifaces, el filósofo, místico y psicólogo estadounidense Ken Wilber desarrolló una transdiciplina que reúne varias perspectivas que abordan el fenómeno humano. 

Wilber es considerado como uno de los padres de la psicología transpersonal, que eventual e individualmente desarrolló su teoría integral. En ella incluyó el modelo evolutivo de la conciencia: un modelo que comprende a la psique como el cosmos, como una “estructura de múltiples capas –pluridimensional– compuesta de todos, unidades e integraciones sucesivas y de orden cada vez más elevado”.

Dado que la psique se vislumbra como el cosmos, Wilber explica que “en la evolución psicológica, lo que en un nivel es el todo se convierte simplemente en una parte del todo en el nivel siguiente, que a su vez es parte del todo que le sigue, y así sucesivamente a lo largo de la evolución de la conciencia”. Es decir que así como Piaget, Werner, Loevinger, Arieti, Maslow y Kohlberg adquirieron un concepto de etapas o estadios estratificados, de complejidad, integración y unidad creciente, el estadounidense analiza la evolución psicológica en función del “estadio de unidad supremo al cual se puede aspirar, y de la naturaleza de algunas de las etapas superiores de la evolución y qué formas de unidad se revelan en los seres humanos más evolucionados”. La pregunta base de este modelo es “¿Qué es lo que constituye una personalidad de orden superior?”. La respuesta reside en la autenticidad sabia-mística, pues representa las etapas más elevadas de la evolución humana. 

Por ello es indispensable atravesar cada una de las etapas o estadios que él define en tres principales ramas: 

 

– El de los ámbitos inferiores 

En el que la psicología tanto de Oriente como de Occidente concuerdan en caracterizarse por los procesos somáticos, instintos, sensaciones y percepciones simples e impulsos de orden sexual-emocional. En otras palabras, en las principales ideas freudianas de que “El ego es primero y principalmente un ego corporal”, como si hubiese una “conexión inseparable entre el ego y el mundo exterior”.

Wilber divide estos ámbitos inferiores en: 1) la unidad material, donde "el infante se identifica con el cuerpo que va emergiendo, con sus sensaciones y emociones, y poco a poco aprende a diferenciarlas del conjunto del cosmos material"; 2) el ego corporal, cuando un individuo se diferencia del medio material, trasciende el estadio primitivo de fusión e inmersión, y de esa manera puede operar sobre él a nivel sensorio-motriz; 3) las funciones mentales o conceptuales, en las que surgen los símbolos, ideas y conceptos por encima de las fluctuaciones del ego corporal, simple, instintivo, impulsivo e inmediato; 4) la sublimación de las energías sexuales y emocionales en actividades más sutiles, complejas y revolucionadas, donde el sí mismo mental trasciende el cuerpo y puede operar sobre él; y 5) la conciencia, cuando el sí mismo comienza a diferenciarse del proceso representativo del pensamiento y llega hasta cierto punto a trascenderlo y a operar sobre él como pensamiento formal del ego verbal. Esta última etapa es considerada como “la integración de todos los niveles inferiores, la autorrealización y la autonomía”.

 

– El de los ámbitos intermedios

En la psicología transpersonal se trata del sexto chakra (usando la terminología de la psicología yóguica de los chakras), donde que la conciencia empieza a convertirse en transverbal, transpersonal y en una “esfera sutil”. 

Este ámbito se divide entre el sutil inferior y el sutil superior: 

Lo sutil inferior se resume en el sexto chakra, el ‘tercer ojo’, que incluye y domina tanto los acontecimientos astrales como los psíquicos; […] está compuesto por los planos de conciencia astral y psíquico. Lo más importante de lo sutil inferior es la conciencia, al diferenciarse más de la mente y el cuerpo, trascendiendo las capacidades normales de la mente-cuerpo y, por consiguiente, de operar sobre el mundo y el organismo de maneras que a la mentalidad ordinaria se le aparecen como totalmente fantásticas y rebuscadas. […] Es una extensión natural de la función trascendente de la conciencia. 

Lo sutil inferior comienza en el séptimo chakra y se extiende por siete niveles más de un grado de la trascendencia, diferenciación e integración extraordinariamente elevado. […] El ámbito de la gran intuición e inspiración religiosa. […] Da margen para hablar de una ‘supermente’ o ‘supramente’. Ello configura una trascendencia de todas las formas mentales y revela, en su culminación, la intuición de que está por encima de –y es anterior a– la mente, el sí mismo, el mundo y el cuerpo; algo que, como habría dicho el Aquinate, cualquier hombre y cualquier mujer llamaría Dios […] como un ‘otro’ ontológico, separado del cosmos, de los humanos y de la totalidad de la creación, como culminación arquetípica de la propia conciencia.

 

– El de los ámbitos supremos

Para Wilber, los ámbitos supremos se encuentran “más allá de lo sutil superior, en la región causal, que por conveniencia dividimos en causal inferior y causal superior”:

Lo causal inferior […] se revela en un estado de conciencia que representa el pináculo de la Conciencia divina. […] Uno se disuelve en la Deidad en tanto que Deidad; en esa Deidad que, desde el comienzo, ha sido nuestro propio Sí mismo o Arquetipo supremo.

Lo causal superior es la trascendencia total y absoluta en la Conciencia sin forma, el Ser Ilimitado. Aquí no hay sí mismo, Dios, objetos, sujetos ni nada a lo que se pueda llamar cosa, nada que se aparte o que difiera de la Conciencia en cuanto tal. Obsérvese la progresión general: en lo que sutil superior y lo causal inferior, el sí mismo se disuelve en la Deidad; aquí, el sí mismo-Deidad se disuelve en la Ausencia de Forma. La Conciencia se despierta totalmente a su condición original y a su ser. […] Lo que testimonia y es testimoniado no son más que una y la misma cosa. Entonces surge la totalidad de los procesos del mundo. Ese Ser es totalmente trascendente y previo a cualquier cosa que surja y sin embargo no hay parte alguna de ese Ser que difiera de aquello de que surge.

[…] No se trata de un estado alterado; no se trata de un estado especial, sino más bien del “ser tal” de todos los estados, del agua que asume la forma de todas y cada una de las olas de la experiencia, que es toda la experiencia. No se puede ver porque es todo lo que se ve; no se puede oír porque es la audición misma; no se puede recordar porque es y nada más. […] Esta es la Trascendencia Perfecta, que no es una trascendencia ‘del’ mundo, sino una trascendencia final ‘en’ el mundo. Una totalidad del proceso del mundo, integrando e interpretando todos los niveles, ámbitos y planos, superiores o inferiores, sagrados o profanos. Es la Unidad fundamental y suprema hacia la cual pugna toda evolución, tanto humana como cósmica. Y se podría decir que la evolución cósmica se completa en la evolución humana.