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Instagram con su cultura de las apariencias, las celebridades y la ausencia de vínculos hacia sitios externos es el emblema de la muerte del espíritu original de la web

El blogger iraní Hossein Derakhshan tiene una historia muy peculiar. Hace algunos años era uno de los principales entusiastas del poder de la web, incluso creando una guía para montar un blog de manera sencilla, con lo cual creía que se podía crear fácilmente un importante contrapeso de periodismo ciudadano. Derakhshan fue encarcelado en el 2008, cuando existía toda una fiebre sobre el poder de los blogs y las redes sociales de cambiar el mundo (se decía, quizás ingenuamente, que Facebook y Twitter ayudarían a derrocar dictadores). Al salir de prisión en el 2014, el llamado "padre del blogging" en Irán notó que el Internet había sido desarmado de su poder transformador y se comportaba como parte esencial de la máquina de trivialidad y entretenimiento en la que se ha convertido la cultura moderna. El ejército de bloggers independientes que había entrenado ahora pasaba el tiempo entreteniéndose en Facebook y en Instagram (Instagram es especialmente popular en Irán).

Uno de los principales factores que sorprendieron a Derakhshan es que en 6 años el texto y el hyperlink han pasado a ser secundarios y prescindibles en una red dominada por la imagen. Según él, el Internet cada vez más se parece a la TV. El texto y la hipervinculación han cedido ante el terreno ganado por "la filosofía del stream", la cual está basada en la novedad y la popularidad --estos son los valores programados dentro de un paradigma socioeconómico en el que lo que impera es el entretenimiento y no la reflexión, las celebridades y no los artistas verdaderos y los intelectuales:

El stream ahora domina la forma en la que las personas reciben información. Pocos usuarios directamente checan sitios dedicados, se quedan sólo en el interminable flujo de información que seleccionan complejos y furtivos algoritmos.

El caso más representativo de esto es Instagram, el sitio (que pertenece a Facebook) basado completamente en imágenes y que no permite el uso de enlaces en los posts (sólo en el perfil). "Apps como Instagram están ciegas, o casi ciegas. Su mirada se vuelve hacia su interior --reacias a transferir sus vastos poderes a otros, llevándolos a la muerte. La consecuencia de esto es que las páginas fuera de las redes sociales están muriendo". Sitios como Instagram son callejones sin salida en la red, mundos artificiales autocontenidos y monopólicos. Uno podría pensar que no está en el Internet, es sólo un app. Y el Internet parece convertirse en una serie de apps, como una red de islas. Esto es justo lo contrario de la idea de Tim Berners-Lee, el creador de la web, quien veía esta tecnología como una forma de conectar mentes y generar conocimiento y cuyo emblema era el hyperlink, el vínculo, la horizontalidad de los pares y de la colaboración.

Derakhshan sugiere que el Internet cada vez se parece más a la TV, con una alta importancia de la imagen y bajo contenido de texto. Esto queda claro con la viralización de los memes y con el dominio del video en el newsfeed de Facebook, compañía cuyo algoritmo prefiere claramente la imagen al texto. "Los demagogos del mundo, ya sea de derecha o izquierda, deben de amar la televisión. Este medio lineal, pasivo, basado en la imagen y movido por lo emocional ha reducido la política a un reality show", dice Derakhshan. El mismo Obama se dio cuenta de esto, vivimos en "una era en la que hay tanta desinformación y está empaquetada de una forma tan hábil que se ve igual cuando la ves en una página de Facebook que cuando prendes tu televisión". 

Ningún medio se parece más a un reality show que Instagram, la red social que comprueba que sólo necesitamos parecer para ser, y donde cualquiera (que se vea suficientemente sexycool) puede hacerse famoso. Instagram, entre likes (y la dopamina que producen), nos susurra que todos somos Kim Kardashian o que todos podemos ser el artista conceptual o el hombre o mujer popular (que nunca pudimos ser en la vida real). En las redes sociales todos somos DJs o curadores de nuestra imagen, pero mientras que en Facebook y sobre todo en Twitter ayuda mucho saber editarnos a través del texto, en Instagram una persona versada exclusivamente en la imagen puede conquistar la indivisa admiración de las multitudes.

Por supuesto existen personas que utilizan estas redes sociales para conectar y promover fotos artísticas de primer orden o comunicar información relevante. Sin embargo, no tenemos aquí la intención de analizar casos particulares sino reflexionar sobre la propia estructura del medio. Marshall McLuhan había entendido que más importante que el contenido que se presenta en un medio son las condiciones y características propias de ese medio (el medio es el mensaje) y cómo esto afecta nuestras relaciones, nuestra cognición y nuestros sentidos. El hecho de Instagram es que no es una plataforma abierta (no permite links), basada en likes, su diseño y programación no favorece la escritura (y así predomina el meme), al ser fundamentalmente una app de teléfono es propicia para las selfies (la obsesión con la autoimagen) y facilita que las celebridades vendan sus posts y que las personas puedan apilar seguidores para alcanzar el estatus de celebridad y beneficiarse de éste. Instagram es una red social que se usa esencialmente para entretenerse y no para informarse (aunque hoy en día la información está creada como entretenimiento justamente para satisfacer los algoritmos de las redes sociales, borrando tal frontera). Esto es lo fundamental, más allá de que haya ahí fotos "increíbles" y algunas personas posteen fotos poéticas y demás cosas muy valiosas.

SI bien Facebook y Twitter también se han beneficiado de la cultura de la celebridad para atraer usuarios, en ninguna red social es esto tan patente como en Instagram, justamente por el imperio de la imagen. Instagram es el lugar por antonomasia donde las celebridades nos muestran sus vidas --lo que define a una celebridad es que su vida es atractiva, y que nos atrae fundamentalmente por su apariencia: la imagen es la divisa de la celebridad. Nuestra obsesión con las celebridades, por más superficial que sea, no es intrascendente. Como George Monbiot sugiere, el capitalismo corporativo necesita de una cara y de una identidad para poder conectar con los consumidores y seguir generando ganancias. "La máquina necesita una máscara", dice. Esa máscara son las celebridades que con sus vidas promueven el estilo de vida del consumo, del deseo aspiracional y de la comparación que nos hace sentir inadecuados y por lo tanto vulnerables a los productos que prometen hacernos más aptos para competir en este mundo. 

En nuestra sociedad la fama es cada vez más importante. El journal Cyberpsychology (citado por Monbiot) muestra que en 1997 la fama era el valor 15 entre 16 valores que fueron sondeados entre niños que veían la televisión. Para el 2007, cuando shows como Hannah Montana prevalecían, la fama llegó al primer lugar, seguida del logro, la imagen, la popularidad y el éxito financiero. El sentido comunitario había caído al onceavo y la benevolencia al doceavo. Igualmente, la investigación del antropólogo Grant McCracken revela que hace 100 años los actores acaparaban el 17% de la atención cultural en Estados Unidos, poco menos que los científicos combinados; los directores de cine el 6% y los escritores el 11%. En el 2010 los actores tenían el 37% de la atención, cuatro veces más que los científicos y los directores y escritores sólo lograban el 3% combinados. Estas cifras marcan un clarísimo crepúsculo del arte y la ciencia en favor del entretenimiento. Así, no es de extrañarse que entre los jóvenes de 16 años en Reino Unido, el 54% declara querer convertirse en celebridad. Y si son suficientemente guapos o si están dispuestos a llamar la atención de cualquier forma probablemente lo consigan (por 15 minutos o con 100 mil seguidores en Instagram). 

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Ante este estado general en el cual hay una clara tendencia a favor de la imagen y la semiótica visual, Hossein Derakhshan sugiere que aunque la escritura no morirá, en el futuro la comunicación en base a texto podrá ser limitada una élite, como ocurrió en la Edad Media (los demás estarán viendo fotos y videos y mandando emojis). Esto presenta un peligro enorme que ya puede sentirse en cosas como el triunfo de Donald Trump.