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Un excelente documental para los amantes de la psicodelia

The Sunshine Makers (2015) es el tercer documental del joven realizador británico Cosmo Feilding-Mellen, y trata sobre la elaboración y distribución masiva de la mítica tableta de LSD Orange Sunshine en el ámbito contracultural de los años 60. Feilding-Mellen reconstruye, no sin talento y con devoción considerables, el tejemaneje entre tribus hippies, la paranoia policíaca, los mecenas de la psicodelia y una pareja de soñadores estrafalarios: Tim Scully y Nicholas Sand.

Scully, un ser extraño, maniático obsesivo de la organización (durante más de 30 años cenó alimentos sólo de color blanco y catalogaba con mórbido escrutinio su colección de libros de ciencia ficción), transformó sus afecciones autistas de la infancia en una carrera de físico-matemático marginal y se convirtió en el cerebro detrás de la elaboración del Orange Sunshine. Por su parte, Sand, originario de Brooklyn, experimentado yogui y empecinado nudista, fue el estratega y el negociador estrella del proyecto. Ambos quedarían entrelazados por una singular misión y por un millonario con marcadas inclinaciones psicotrópicas.

La singular misión no era otra que la revolución psicodélica y su consecuencia lógica de un cambio radical del mundo y de la percepción. A Scully no le interesaba el dinero que pudiera haber en juego; el origen, el motor y el destino siempre fueron para él el amor y la revelación. A Sand, sin embargo, no le molestó el hecho de tener jugosas ganancias por una labor espiritual y eminentemente altruista.

William “Billy” Hitchcock es el mecenas recreativo que los presentó y que solventó el establecimiento de un laboratorio primero en California y luego en Denver, Colorado. Billy Hitchcock también representa el puente que unirá a Sand y Scully con Timothy Leary y, más tarde, con la Hermandad del Amor Eterno, comunidad hippie que se convertiría en el centro de distribución del Orange Sunshine entre los adeptos, cada vez más fieles y numerosos, del LSD.

Sand y Scully creyeron, ingenua pero sinceramente (y al menos Sand todavía lo cree), que el LSD podía salvar al mundo. Pensaban que si todos y cada uno nos dábamos un buen viaje de ácido habría mucho menos posibilidades de que alguien quisiera hacer la guerra, tanto personalmente como a escala mundial. Buscaron activar el mundo y conectarlo con el universo psicodélico, algo que según sus predicciones debía ocurrir en unos 5 años o un poco más, como dice Sand en el film, a condición de llegar a las personas indicadas, liberando 4 millones de dosis en 1 mes.

Quizá el documental está demasiado impregnado del optimismo sesentero (no ahonda en los aspectos negativos del LSD ni en lo que un malviaje puede provocar en ciertas personas), pero es fiel en tanto que retrata la ferviente creencia de estos evangelistas del ácido lisérgico acerca de que la experimentación psicodélica podría salvar al mundo, una creencia ingenua que refleja el rechazo de una generación de jóvenes ante los mecanismos alienantes de una economía de guerra que echaba raíces en Vietnam. También se apega a ese espíritu de la época con transiciones narrativas ágiles, visualmente atractivas (hasta aquella de Scully practicando yoga, desnudo), y la banda sonora es un colorido viaje a las fértiles tierras de la nostalgia.

El destino de Sand y Scully pareciera no tan afortunado, pues ambos fueron perseguidos y arrestados por el Tío Sam; el primero pasó 15 años en la cárcel y el segundo sumó 20. The Sunshine Makers volvió a reunirlos y aún es visible el compañerismo entre ambos. Scully, un hombre de 70 años, flaco, sonriente y con sombrero; Sand, de la misma edad más o menos, corpulento y un poco descuidado, pero aún practicando yoga (desnudo, como siempre), mientras Scully cataloga sus libros, su comida enlatada y se divierte con extraños dispositivos electrónicos.

Un documental imperdible para que los amantes de la psicodelia conozcan un poco más de la historia de esta sustancia.