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Este 27 de enero en América y 28 de enero en Asia se celebra el Año Nuevo chino y la primera luna nueva del año, indudablemente un tiempo de nuevos comienzos

Este viernes 27 de enero a las 18:07 horas de la Ciudad de México (a las 00:07 horas del 28 de enero, tiempo universal) se llevará a cabo la primera luna nueva de este 2017. Esta luna nueva ocurrirá en el signo de Acuario, en el cual se producirá la conjunción del Sol y la Luna que dicta este cambio de fase. Acuario es considerado un signo innovador, independiente y hasta rebelde, así que parece adecuada esta combinación de la primera luna nueva del año y el Año Nuevo chino del gallo de fuego --el gallo que anuncia un nuevo día-- con un nuevo ciclo. Sin duda estamos presenciando un nuevo comienzo, lo cual puede ser bueno o malo pero seguramente interesante. El componente de fuego del gallo parece estarse reflejando en los acontecimientos políticos, donde se esperan ánimos caldeados, excitación, agitación e incluso conflicto. El año pasado fue un año caótico regido por el mono, también de fuego, así que se ha estado concentrando la energía explosiva.

Tradicionalmente esta fase lunar era usada para realizar ayunos, limpias, purificaciones y sanaciones. Esto es algo que parece estar en sintonía con la forma en la que los chinos celebran el Año Nuevo, limpiando sus casas, dando regalos e iniciando nuevos proyectos. Tradicionalmente, en la agricultura este es el momento de la siembra, de la inseminación de la nueva vida en el vientre de la Tierra.

Utilizando el cosmos como un espejo simbólico de nuestra mente y nuestra vida sublunar, podemos jugar con los símbolos y los arquetipos y aprovechar esta aparente momentum hacia lo nuevo para cerrar ciclos e iniciar nuevos proyectos o experimentos en nuestra forma de ser y relacionarnos con el mundo. Podemos de alguna manera impulsarnos con la fuerza y la claridad que creemos ver en estas fechas para convencernos e imaginar que las cosas pueden ser diferentes. La luna nueva es nacimiento pero siempre también muerte: un ejemplo simbólico de que podemos renovarnos y hasta renacer si dejamos atrás los atavismos de nuestra mente. La Luna es siempre un espejo de la energía del Sol, en sí misma sólo un vehículo de nuestra imaginación y nuestro deseo.