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Estos paisajes multicoloridos proyectan una agradable sensación de fantasía (con un ligero toque distópico)

Cuando se trata de objetos, el vidrio tiene un lugar especial. El hecho de ser traslucido, de acceder a la posibilidad multicolorida y de formar parte de nuestra cotidianidad desde tiempos remotos, hacen de él un insumo por lo menos apreciable. Ahora, cuando el vidrio se rompe adquiere un potencial metafórico bastante privilegiado. El abismo emocional o el quebranto físico son sólo algunos de los complejos estados que bien pudiesen ser representados por un montón de vidrio roto. 

Y para los que apreciamos estas porciones de materia resulta que en Yeruham, Israel, yace un paraíso de vidrio roto. Se trata de una fábrica de vidrio en donde diariamente son producidos millones de botellas, de las cuales alrededor de 300 mil presentan defectos. Éstas son automáticamente rotas y apiladas en gigantescos montículos para luego ser recicladas y con el mismo material producir nuevos envases. El punto es que mientras eso ocurre se forman fastuosos paisajes policromáticos, que tienen algo deliciosamente fantástico. 

Son precisamente estos paisajes los que el fotógrafo israelí Oded Balilty capturó alguna vez en esos parajes y que hoy podemos disfrutar: