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La falta de empatía del narcisista puede comenzar por no reconocerse a sí mismo en su propio reflejo fascinado

Mucho se habla en nuestros días de que la gente vive inmersa en su propio mundo virtual, fascinada por su propia imagen reflejada en la pantalla de sus dispositivos electrónicos, con una tensa y difícil relación con el otro. El narcisismo es un rasgo de personalidad que deriva de la mitología griega, aunque explicada por el romano Ovidio: Narciso es el que se queda inmóvil contemplando su propia imagen reflejada en el lago, o que se desploma al tratar de besar esa ilusión proyectada en el agua.

Un artículo en Psychology Today explora la posibilidad de que esta construcción perversa de arrogancia y desdén por el otro que caracteriza al narcisista pueda ser en realidad una máscara para ocultar la depresión.

La autora, Rebecca Webber, argumenta que a pesar de que los narcisistas se reconocen arrogantes, no piensan que esto sea un problema; pero según Steven Huprich, citado por la autora, el problema comienza cuando el narcisista es incapaz de verse a sí mismo con compasión, es decir, con la compasión o empatía, en términos clínicos, que sólo se desarrolla por el contacto con los demás.

Así, está “mirada maligna sobre uno mismo” en términos de Huprich estaría escondiendo “estilos de personalidades depresivas, derrotistas y masoquistas”. Según los investigadores, el miedo del narcisista –esa pantalla de arrogancia y autosuficiencia– es a ser percibido como vulnerable o débile, no sólo frente a los demás sino frente a sí mismo. Según Huprich:

Si un yo frágil es la verdadera definición del narcisismo, una forma de fortalecerlo es con autocompasión. Una encuesta a más de 3,000 personas mostró que la autocompasión los llevó a sentimientos más estables de autovaloración, opuesto a autoestima, que tiene asociaciones más fuertes con los rasgos narcisistas.

La autocompasión no debe entenderse aquí como derrotismo ni condescendencia, sino como una vía para tratarse a uno mismo de manera compasiva, permitiéndose ser vulnerable, y observando los errores como parte del aprendizaje de la vida. A fin de cuentas, la máscara del narcisista consiste en presentar a los otros –y a uno mismo– una fachada de invulnerabilidad que es difícil, cuando no imposible, de sostener a largo plazo.

Obra: Narciso​, de Oscar Muñoz.