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El consumo de una sustancia psicodélica es la puerta a una radiante ramificación de caminos y posibilidades (tanto mentales como espirituales). Y dentro de estas potenciales vivencias, muchas de las cuales quedarán marcadas de manera indeleble en tu memoria y en tu conciencia, algunas de éstas, hay que decirlo, pueden ser particularmente aterradoras, experiencias que coloquialmente responden a los famosos "malviajes".

Si bien en principio experimentar un malviaje no es especialmente deseable, este tipo de vivencias pueden ser, al final del infernal túnel, algo bastante reconfortable. Y no nos referimos sólo a las mieles catárticas que, por ejemplo, un oscuro viaje en hongos te pueda detonar, también, al menos de acuerdo con un reciente estudio de la prestigiada John Hopkins University, a una sensación de radiante bienestar.

Según la investigación, publicada en el Journal of Psychopharmacology, 76% de los 1993 participantes advirtieron que sus "malas" experiencias "terminaron incrementando una sensación duradera de bienestar y satisfacción frente a la vida", mientras que 84% afirmó que los retos implícitos en sobrellevar un malviaje derivaron en algo benéfico. Incluso la mitad declaró estar dispuesta a volver a vivir esos momentos. Las respuestas anteriores toman aún más relevancia si consideramos que 62% de los participantes consideró esa experiencia como "entre las diez situaciones más psicológicamente difíciles y retadoras de sus vidas".

Los datos anteriores, obviamente, no debieran ser un aliciente para dejar lo que estás haciendo en estos instantes y lanzarte a buscar un malviaje psicodélico. Sobra decir que son experiencias límite y que también pueden traer consecuencias difíciles de borrar, para mal. Por ejemplo, 2.6% de los participantes afirmó haberse involucrado en conductas violentas y agresivas, otro tanto buscó en ese momento ayuda médica, más de 7% tuvo que recibir tratamiento para afrontar "duraderos síntomas psicológicos" hasta un año después de la vivencia. 

De cualquier manera, parece que el popular adagio que reza: "lo que no mata, nutre" bien podría aplicarse en el caso de los malviajes con psicodélicos.