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Desde hace más de 60 años, investigadores colocan una rosa en las habitaciones de los voluntarios que reciben terapia asistida con LSD, hongos, mezcalina, etcétera. Esa rosa se ha convertido en un cáliz visionario, en un símbolo, en un arquetipo de las experiencias místicas de milenios que se actualizan

la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platónica...

Jorge Luis Borges

 

La medicina psicodélica, que lleva ya más de 60 años experimentando con el potencial medicinal y terapéutico de sustancias como el LSD o los hongos mágicos (entre otras), ha mantenido en su práctica una refinada consideración estética, la cual empieza a florecer hacia el mundo, ante el creciente consenso de la importancia de este tipo de investigación. Una de las formas en las que esto puede apreciarse es que a lo largo de los años los diferentes médicos e investigadores han desarrollado diversos playlists para facilitar que los viajes psicodélicos alcancen niveles de experiencias místicas. Este proceso de depuración de las puertas de la percepción con coadyuvantes musicales ha culminado, después de pruebas y errores, en esta lista utilizada por la Universidad Johns Hopkins y otras instituciones, curada por el Dr. William A. Richards.

Otro ejemplo notable de sensibilidad estética y enriquecimiento arquetípico de las experiencias, es la costumbre instaurada desde hace décadas de colocar una rosa en las habitaciones de los psiconautas voluntarios, algunos de ellos lidiando con enfermedades terminales o adicciones que han destruido sus vidas. Según explica William A. Richards en su libro Sacred Knowledge: Psychedelics and Religious Experiences, esta tradición comenzó en los 50, entre investigadores como Colin Smith, Duncan Blewett y Nicholas Cwelos, quienes estudiaban el potencial del LSD para tratar el alcoholismo. A alguien se le ocurrió dejar una flor en la habitación de los voluntarios, generalmente una rosa roja, en la mesa del té, y a veces también un helecho plumoso (también conocido como "esparraguera de los floristas"). Este detalle, acaso como un resabio del poder del ritual y de la belleza penetrando el contexto secular de la medicina psicodélica (donde se reportan frecuentes experiencias religiosas), se fue quedando y con el tiempo se ha convertido en un elemento que transfigura sutilmente las experiencia. Actualmente se motiva a los voluntarios a que se lleven la rosa consigo después de su viaje; algunos las comparten con sus parejas, otros la disecan o la retratan. Bill Richards tiene la hipótesis de que las religiones empiezan a formarse tomando ciertos símbolos como parte de sus tradiciones; si se fuera a formar un culto al LSD, a los hongos, al DMT, etcétera, tomando como base estas sesiones de medicina psicodélica, seguramente la rosa sería uno de los símbolos esenciales, acaso como el loto de los budistas o la vesica piscis de los cristianos. 

Richards escribe que la rosa se emplea actualmente como una herramienta meditativa dentro de las sesiones. "De manera práctica, provee un útil punto en el cual enfocar la atención cuando uno se está reorientando en el paso del mundo interno al mundo externo de percepciones ambientales, especialmente cuando uno se sienta y se quita los audífonos y el antifaz en una sesión psicodélica, usualmente para ir al baño. En esos momentos, a uno se le aconsejaría simplemente 'estar con la rosa' y, si se siente cómodo, adentrarse en ella, absorber sus intrincadas formas en la conciencia". Esto es especialmente atractivo ya que además de la belleza arquetípica de la rosa, sus pliegues pueden usarse como una especie de umbral progresivo que, al irse desvelando, despiden una plétora de sensuales percepciones, como si fuera un perfume visionario. 

Quizás debamos de tomar nota, más allá de que estemos en una sesión psicodélica o solamente en una práctica contemplativa, ya que la rosa parece ser un excelente objeto para practicar la meditación unipuntual. Usuarios reportan "exquisitamente bellas y significativas transformaciones perceptuales" cuando meditan en torno a la rosa. Roberts reporta la experiencia de un sujeto en LSD:

Al ver a la rosa como un objeto, empezó a cobrar vida ante mis ojos. Sus pétalos parecían respirar, grácil y lentamente desenvolviéndose para expresar lo que me parecía era el infinito simbolizado como belleza. Fascinado observaba estos movimientos de suavidad cósmica, hasta que súbitamente conocí a la rosa; eso es, de alguna manera me volví uno con ella, dejando de existir como un ego pasivamente observando un objeto en el ambiente. Aunque en la objetividad de mi mente crítica sabía que no existían cambios físicos en la flor, subjetivamente la veía desde una perspectiva totalmente nueva, una que legitimaba lágrimas en mis ojos y una profunda reverencia. La rosa parecía erigirse en belleza desnuda, como si fuera la única cosa que existía en el mundo.

Especialmente fértiles han probado ser las rosas en el caso de personas que están tratando adicciones como el alcoholismo. Un voluntario, por ejemplo, creó una asociación en la que cuando pensaba en "bajarse de la carreta" y volver a beber, tenía visiones de la misma rosa pero seca, marchita o muerta. "Inversamente, cuando se enfocaba en la rosa con pensamientos de sobriedad, aparecía, majestuosa, desenvolviéndose como en un timelapse, una secuencia visionaria que a veces culminaba en la unidad externa de la conciencia mística". 

Roberts señala que la rosa ocupa para la imaginación occidental el mismo lugar que el loto para la oriental. Por ejemplo, la flor de loto blanca, sahasrara, de miríadas de pétalos en la corona de la cabeza, el símbolo de la conciencia iluminada. Y existe una cierta naturaleza visionaria en el mantra om mani padme hum, traducido a veces como "homenaje a la joya en el centro del loto". ¿Qué es esa joya, eso que susurra en el ojo del pistilo, en el centro del mandala? "Muchos creen que en el vórtice de luz al interior de la joya nos aguarda a todos la conciencia mística", dice Roberts.

Para Occidente, la rosa es el emblema del paraíso. En la Divina Comedia, Dante describe en una visión, que hoy llamaríamos psicodélica, una rosa de luz celestial que es la más alta esfera, aquella en la que comulga la divinidad con los santos iluminados. La Rosa Celestial aparece en el Canto XXX, Beatriz guía a Dante hacia el Empíreo, por ríos de luz viviente de los cuales lo llama a beber (y es sabiduría lo que bebe, la pura luz del intelecto divino). Emerge entonces una flota de santos o ángeles de cuyo vuelo, como las parvadas sincronizadas de aves que vemos en la Tierra, se forma una rosa. Dante compara a los santos que rodean la luz divina a abejas que se deleitan en el néctar de una flor. 

Podemos tomar una licencia poética y decir que esa rosa que aguarda a los psiconautas en sus habitaciones en las universidades y en los hospitales, es de alguna manera la misma rosa ("rosa lejana, secreta e inviolada", dijo Yeats) de la visiones celestes de los místicos, la rosa que nos hace recordar la rosa de rosas del dios de Platón que fragua el mundo en su imagen y hace de la belleza las alas con las que el alma regresa a casa, la única rosa, la rosa de Dante, la rosa a la cual lo guiaron los ojos de Beatriz, la rosa de luz dinámica con la que emana la divinidad sus mundos, sus intrincadas esferas, la rosa perenne que alaba al invencible Sol, la rosa que suspende una ciudad en la eternidad para todos los viajeros. 

Twitter del autor: @alepholo