*

Una muestra de la mejor música que se ha hecho grabando y colaborando con las ballenas; una prueba de que posiblemente los cantos de las ballenas tengan una función estética y no sólo biológica

Los cantos de ballenas han fascinado a los científicos en las últimas décadas y también a un grupo de escuchas, amantes de la música o de la naturaleza. En general, predomina un sentimiento de perplejidad y encantamiento ante esta música que no ha logrado explicarse del todo desde una perspectiva evolutiva y que suele ser percibida como un largo lamento que llena el océano de una bella melancolía.

Particularmente son las ballenas jorobodas y las ballenas azules las que más han sido estudiadas en este sentido, aunque algunas otras especies como las grises también han contribuido a antologías musicales. Se sabe que algunos de sus cantos tienen que ver con el apareamiento, pero existen otro tipo de cantos que suelen producirse cuando se ha muerto un familiar, cuando están solas o sin una razón muy clara. Las ballenas parecen peregrinar por el mar con una antigua manda, una tristeza insondable o algún tipo de expiación a escala planetaria. Quizás estos cantos sean algo así como la banda sonora del samsara

A continuación presentamos cuatro discos de música de ballenas que completan un espectro más o menos amplio de este género para el escucha interesado en esta música meditativa y por momentos hipnótica. Los tres primeros vienen por recomendación del genial crítico cultural Erik Davis, el último es un proyecto del músico, médico e inventor mexicano Ariel Guzik. Davis señala: 

Entre sus intrincadas composiciones, su apertura a la novedad y su evolución colectiva, las canciones de las ballenas jorobadas nos obligan a considerar la posibilidad de que estas vocalizaciones sean expresiones estéticas que trascienden los comportamientos necesarios sólo para la supervivencia.

Y sobre la negativa a considerar esta posibilidad de los científicos, Davis anota:

Aunque la reticencia a proyectar cualidades antropomórficas a las canciones de las ballenas es entendible, esa misma actitud también oculta un sesgo antropocéntrico, demasiado moderno: sólo los humanos pueden moldear sus sentimientos a través de la música mientras que todos los demás sólo funcionan con algoritmos darwinianos.

 

1. Songs of the Humpack Whales, Roger Payne (1970).

Este es el disco más escuchado en la historia de la música de ballenas y quizás de sonidos de la naturaleza en general. Es obra del científico Roger Payne, experto en ballenas, el primer civil en escuchar estos sonidos, después de que fueran percibidos por ingenieros de la fuerza naval estadounidense que vigilaban submarinos soviéticos. Este disco es parte de lo que Erik Davis llama "la relación amorosa de la cultura pop con las ballenas", que ha sido fructífera en tanto que ha acabado con buena parte de la cacería de estos majestuosos cetáceos. Hoy en días las ballenas grises cuentan con una población bastante sana, habiendo dejado de estar en riesgo de extinción. Este disco, al compararse con algunos nuevos, permite experimentar un fenómeno sumamente interesante: la evolución de las canciones de las ballenas jorobadas. Literalmente es un "viejo clásico" ya que la canción colectiva de las ballenas jorobodas que es repetida por los grupos va cambiando con el tiempo. Payne incluso ha jugado con la idea de que, como suele pasar con algunos géneros musicales, las canciones de las ballenas eran mejores en el pasado. 

 

 

2.  New Songs of the Humpack Whale, David Rothenberg (2015). 

Este es un proyecto del músico y académico David Rothenberg, un experto en el sonido animal. Este disco es especialmente valioso desde una perspectiva científica, ya que ha procesado el audio para reducir los sonidos del mar, para que tengamos así la voz pura de las ballenas jorobodas. Tenemos  entonces música de ballenas que no está armonizada con fondos new age o ambientales, que de alguna manera proyectan ciertas auras emocionales humanas. Es el sonido puro y crudo de estos cetáceos que irrumpen con gemidos, jadeos, quejidos, retumbos, chirridos, etcétera. Por momentos puede ser doloroso, pero con paciencia el disco se revela como un tesoro de tonos y profundidad único en la historia. 

 

 

3. Pod Tune. Varios (2015).

Una colaboración de ballenas jorobadas y músicos, mayormente de ambient, que busca celebrar "la serenata que llena todo el océano". Música "interespecie" que busca ser no sólo una curiosidad oceanológica, sino una inspiración, belleza colaborativa, humana y cetácea. Este disco es interesante ya que los músicos utilizan diversos instrumentos para hacer sus propias interpretaciones de cómo suenan las ballenas y así crear pistas de acompañamiento y tejer un diálogo. 

 

 

Aquí se puede escuchar todo el disco

 

4. Ballena Gris, Ariel Guzik (2003)

Una inclasificable colaboración entre ballenas grises grabadas en Baja California y un músico que es también inventor de aparatos para captar las vibraciones sutiles de la naturaleza. Guzik dice sobre este proyecto:

Mi interés fue acercarme a las ballenas grises, tener un contacto real con los perfiles de la ciencia ficción, con seres que considero psíquica y espiritualmente muy evolucionados, esa fue la razón del encuentro. Normalmente se trabaja con ballenas jorobadas, que son por naturaleza más musicales, son cantantes por naturaleza. La ballena gris, su voz, es una especie de monstruo marino ancestral, en ese sentido es un trabajo inaudito e inédito.

Me dedico a crear instrumentos que son una mezcla de tecnología, laudería y ese tipo de cosas, la idea de "Laboratorio Plasmaht", ha sido la de buscar herramientas para que ciertas manifestaciones se puedan convertir en musicalidad de una manera directa, que lejos de ser una herramienta cultural o de tradición pasa por cuestiones físicas como la resonancia, el electromagnetismo, sonido y los intervalos armónicos. Algunas de estas máquinas, que llevan muchos años de desarrollo, se vinculan estrictamente como generadoras de música no científicas, las monté en los santuarios balleneros de Bahía Magdalena y San Ignacio, en Baja California, en 2002 y 2003, para tener contacto con el mar y las ballenas grises.'