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Las memorias falsas son formas en que un tipo de memoria se narra eventos que fueron "grabados" con otras herramientas sensoriales. Sin embargo, la memoria infantil no desaparece, simplemente evoluciona

Imagen: Avolor/Flickr

Según a quien le preguntes, el primer recuerdo de una persona oscila entre los 3 y los 5 años. Usualmente se trata de eventos importantes en la vida del niño o niña, tales como la llegada de un nuevo hermano en la familia, un viaje, una mudanza, o incluso un evento de naturaleza más traumática.

Pero determinar el instante preciso en que la memoria se manifiesta en las personas --y comienza ese interminable proceso de autonarración por el que las imágenes de nuestra vida conforman la sensación de que somos "nosotros"-- implica entender que la memoria no es un archivero de datos, sino un conjunto de vivencias plásticas y flexibles que no siempre apela a los mismos mecanismos.

Por ejemplo, la profesora de psicología Carole Peterson ha constatado en sus investigaciones sobre memoria infantil que hay niños que recuerdan cosas de cuando tenían 20 meses de nacidos, pero tales memorias desaparecen entre los 4 y los 7 años. Esto se explica, a decir de Peterson, porque la memoria de los niños es maravillosa, pero no todo necesita recordarse a largo plazo. Al parecer, la permanencia de los recuerdos infantiles depende de que éstos "reposen en emociones", y de que dichas memorias sean coherentes cuando volvemos a repasarlas.

Nuestro sistema de memoria adulto es muy distinto del de los niños: tal vez somos capaces de recordar cosas a través de palabras o semánticamente pero la memoria infantil recae más bien en el reconocimiento, cuando todavía no se forma lo que después se llamará "memoria episódica".

El profesor Steven Reznick no cree que haya tal cosa como "amnesia infantil" sino que formas más sofisticadas de memoria se van desarrollando a partir de los 2 años, pero lo que existe en nuestra memoria antes de este punto no desaparece sino que no tenemos contexto para recordarlo. Por ejemplo, en el caso de que nuestro primer recuerdo fuera el nacimiento de un hermanito, probablemente si teníamos menos de 3 años no poseíamos el concepto de "hospital" ni de "nacimiento", mucho menos de "hermano". 

A pesar de no tener contexto, la pervivencia de la memoria infantil se puede demostrar en el hecho de que nuestro reconocimiento facial de las personas que nos cuidaron y quisieron cuando éramos muy pequeños no se deslava con el tiempo. Podemos especular que en esa época lo que necesitábamos era reconocer a aquellos en quienes podíamos confiar, lo que podría explicar por qué a los bebés les causan desconfianza los desconocidos, e incluso ataques de llanto.

En resumen, la memoria infantil es preverbal, por lo que no está "archivada" de la misma manera que nuestros recuerdos posteriores, pero eso no quiere decir que hayan desaparecido; simplemente cambiamos, crecimos.