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¿Tener un gemelo es una ventaja creativa y de vida?

Libros

Por: Jimena O. - 03/28/2016

En la historia de las manifestaciones creativas algunos ejemplos muestran que tener un hermano gemelo puede ser un estímulo incomparable –y paradójico– para la creación

La historia cuenta que Zeus sedujo a Leda al tomar el aspecto de un cisne, una de las tantas metamorfosis con las que satisfizo su apetito sexual. Esa misma noche, sin embargo, Leda, reina de Esparta, también durmió con su rey, Tíndaro, humano en toda regla. De la cópula con ambos tuvo dos mellizos, uno mortal y otro inmortal: Cástor y Pólux, llamados los Dioscuros y conocidos si no precisamente por su buena fortuna sí por sus grandes habilidades, que en buena medida les permitieron salir airosos de varios desafíos.

“Estas cosas no son, pero suceden siempre”, escribió el historiador romano Salustio, porque el fundamento de los mitos es una especie de núcleo didáctico que se itera una y otra vez a lo largo de los siglos. Tener un gemelo es, sin duda, una cualidad fascinante.

Desde siempre, el arte han fantaseado con esa posibilidad, ha explorado sus límites y su potencial. El motivo literario del doppelgänger, por ejemplo, tan propio del imaginario romántico, nos enfrenta a la hipótesis de que cada uno de nosotros tenga un doble exacto en algún punto del planeta, cuyo encuentro supone consecuencias funestas para ambos (pero sobre todo para aquel que se cree “único”). Igualmente, en un campo que oscila entre la medicina y lo paranomal se dice, a veces a manera de leyenda, que las sensaciones que debería sentir un gemelo en realidad se manifiestan en el otro, o que un hecho importante que está a punto de ocurrir en la vida de uno lo prevé el otro.

A esta tradición –que corre secretamente por el terreno de la creatividad– pertenece la obra de los hermanos Witkin, Jerome y Joel-Peter, que aunque ha corrido por vías separadas tiene una extraña conexión que las mantiene vinculadas. Esto a pesar de que los últimos 74 años de su vida los han pasado distanciados.

Jerome Witkin es pintor y Joel-Peter fotógrafo. Cada uno tiene su estilo propio, que no sólo obedece a la disciplina que eligieron como expresión de su creatividad sino sobre todo a su propio desarrollo vital. Joel, que desde la infancia tuvo trato de “prodigio”, comenzó en la pintura varios años antes que Joel en la fotografía, lo cual se tradujo en un reconocimiento temprano de su labor; actualmente vive en Nueva York y desde 1971 enseña en la Universidad de Syracuse. Joel, por su parte, sólo hasta 1967 llamó la atención como un fotógrafo interesante, que intentaba decir algo con sus imágenes.

No obstante, es curioso que en ambos puede percibirse una tendencia hacia la oscuridad, la tragedia, el dolor y la muerte. En la pintura, Jerome se ha caracterizado por incluir en sus cuadros circunstancias como el SIDA o el Holocausto, y en la fotografía Joel ha llevado el tema de los cadáveres, las malformaciones y las mutilaciones. Respecto a sus inclinaciones estilísticas, Joel dijo en un encuentro reciente:

Todos en la vida sabemos instintivamente que nos encontramos en una lucha, y que tenemos la capacidad –o la incapacidad– de enfrentar lo que tenemos que enfrentar, de hacerlo lo mejor posible, o de ser sobrepasados.

Las maneras en que la “gemelidad” opera son misteriosas, pero es posible que sea una condición y al mismo tiempo una ventaja en el ámbito de la creatividad.

Porque, paradójicamente, nacer y crecer con alguien que es y no es igual a uno mismo parece ser un inesperado estímulo para pensar la realidad de otra manera.

 

Del 20 de febrero al 15 de mayo, el Foto Museo Cuatro Caminos y la editorial Trilce presentan Witkin & Witkin, la primera exposición en un museo con más de 100 obras de los gemelos Witkin. Asimismo, Trilce ha publicado un libro que reúne por primera vez el trabajo de los dos hermanos. El libro y la exposición están a cargo de la curadora y  documentalista Trisha Ziff.