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A pesar del sistema marcadamente material en que vivimos la espiritualidad no ha muerto, y prueba de ello son estas personas que parecen navegar a contracorriente y, más bien, en las aguas de la trascendencia

En nuestra época la espiritualidad vive un momento extraño y quizá incluso contradictorio. Por un lado, vivimos en un tiempo en que la materialidad, la riqueza y la acumulación no sólo poseen una importancia capital sino que además son piezas claves de un sistema regido por la producción y el consumo de bienes y mercancías. Todos estamos consumiendo todo el tiempo, o al menos esa es la consigna del modelo económico en el que vivimos, y quien no lo haga corre el riesgo de ser excluido y marginado.

Por otro lado, sin embargo, por una necesidad que parece inherente al ser humano, la parte espiritual de nuestra constitución se esfuerza por mantenerse a flote, por sostenerse de algo más duradero y trascendente que los efímeros productos que nos ofrece el mercado. La vida no puede ser sólo comprar y desechar y de nuevo comprar, parece decirnos esa parte de nosotros, la vida debe tener un sentido más sustancioso, más cercano al significado profundo de “existencia”.

Quizá por eso, por la tensión existente entre ambas fuerzas es que la espiritualidad no sólo no ha fenecido sino que podríamos decir que vive actualmente y desde hace un par de décadas un curioso renacimiento. A pesar de las profecías que algunos lanzaron en distintos momentos de la historia posterior a la Ilustración y el auge del racionalismo, el ser humano no sólo no se entregó por completo a los caminos de la razón y la ciencia sino que además avivó la llama de nuevas creencias, distintas a las religiones tradicionales, que al final del siglo XX surgieron con bríos renovados dispuestas a llenar ese hueco que casi cualquier ser humano siente en algún punto de su vida y que, pese a todo, no hay riqueza material que alcance para solucionarlo.

Desde hace algunos años la revista Watkins publica un ranking de 100 personas que podrían considerarse los líderes espirituales más importantes de nuestro tiempo, clasificación que, grosso modo, obedece a dos criterios: primero, se trata de hombres y mujeres que cultivan una forma de vida situada lo más posible en el los ámbitos de lo espiritual y, segundo, han orientado ésta hacia la esfera de lo público, con lo cual han ganado un alto grado de reconocimiento social y aun multitudinario.

Al ver la lista, es cierto, es posible que algunos de estos nombres parezcan en oposición franca con aquello que consideramos las bases mínimas de la espiritualidad. ¿Cómo, en efecto, pueden convivir en un mismo espacio el Dalái Lama y Oprah Winfrey, o Desmond Tutu y Paulo Coelho? Con todo, hay algo en la labor de estos personajes que podría entenderse como un gesto a contracorriente de las formas hegemónicas de existencia de nuestra época. O al menos eso es lo que se puede colegir de la selección ofrecida. Aquí los 15 primeros nombres:

1 Dalái Lama

2 Papa Francisco

3 Desmond Tutu

4 Eckhart Tolle

5 Deepak Chopra

6 Paulo Coelho

7 Alice Walker

8 Rhonda Byrne

9 Alejandro Jodorowsky

10 Oprah Winfrey

11 Matthew Fox

12 Louise L. Hay

13 Jaggi Vasudev

14 Graham Hancock

15 Arianna Huffington

Pero claro, como todo en este mundo, también los criterios de Watkins pueden ser cuestionados. ¿Qué piensas tú al respecto? Compártenos tu opinión en la sección de comentarios.