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Las injusticias del sistema financiero han promovido el nacimiento de alternativas para adquirir bienes y servicios cambiando, aunque lentamente, el diseño sociocultural

La distancia que nos separa hoy de la generación verdadera de capital que respalda las divisas en inédita. Que lejos quedó para la mayoría de nosotros aquel tiempo en el que la comunidad conocía al proveedor de un producto, por ejemplo un queso o un cereal, y este a la vez daba la cara por la calidad de sus productos ante el resto. Cada alimento, cada objeto manufacturado, tenía un rostro tangible, lo cual favorecía no solo una dinámica mucho más humana, también mucho más responsable. 

Hoy una parte importante de nuestro bienestar, de la calidad de vida de la que gozamos (o padecemos) está determinada por lo que ocurre en sistemas financieros absolutamente ajenos a nosotros, y cuyos criterios de funcionamiento poco o nada tienen que ver con el bien común. Los banqueros se concentran en satisfacer una voracidad insaciable, y en el proceso de esta nefasta misión pueden arrasar con economías completas (¿recuerdan la debacle financiera del 2008?). 

Como bien señala el teórico Douglas Rushkoff en su libro Life Inc, si queremos cambiar el actual sistema es fundamental que seamos capaces de comerciar e intercambiar bienes y servicios entre nosotros sin recurrir a las divisas establecidas. Y tomando en cuenta esto el foco recae en iniciativas para generar divisas alternativas que permitan gestar micro-economías locales, comunitarias, y así lubricar el mecanismo social que, originalmente, debiera favorecer precisamente al bien común. 

Monedas digitales

La alternativa más popular, aunque no la única, es Bitcoin. Si bien ha tenido sus altibajos a lo largo de su aún corta historia, podríamos pensar en ella como un bosquejo de lo eventualmente pudiera llegar a consolidarse como una divisa alterna basada en la condición digital de nuestra cotidianidad.  

Los bancos de tiempo

Desde hace más de dos décadas se han implementado en diversas partes del mundo sistemas de este tipo. Básicamente se trata de emplear el tiempo personal como divisa de cambio. Es decir, si yo hago una labor para el bien de otro d los miembros de la comunidad que me toma dos horas, entonces tendré un crédito a favor equivalente para aprovechar en el momento en que yo necesite una mano extra. En Japón, sobretodo, se han probado iniciativas de este tipo con bastante éxito. 

Monedas alternativas

Estas divisas son ideales para fomentar el intercambio comunitario. Los participantes hacen un consenso para establecer los criterios y jerarquizar el valor. Cabe señalar que no solo representa una divisa alterna a la tradicional, sino que actúa también como mecanismo para reforzar el engranaje social al interior de la comunidad.