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Rafael Toriz nos comparte un extracto de su libro "Animalia", a presentarse este sábado 23 de enero en la Ciudad de México

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El intermitente y espiritoso tour literario de Rafael Toriz llega a la Ciudad de México con la presentación de la nueva edición de Animalia, de la editorial Vanilla Planifolia. El libro seminal de Rafael Toriz, colaborador de Pijama Surf, Clarín, Letras Libres, Perfil y otros medios, es una mezcla de zoología fantástica, poesía y furor precoz que ahora cuenta con las ilustraciones de Édgar Cano.

La cita es el próximo sábado 23 de enero a las 16:00 en el centro de la Ciudad de México. La presentación estará a cargo del poeta Fabio Morábito y se llevará a cabo en Casa de El Hijo del Ahuizote, un edificio histórico donde tuvo su redacción el diario antiporfirista El Hijo del Ahuizote, la célebre publicación de la que se hicieron cargo los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, órgano que criticaba al régimen del dictador a través de la sátira humorística, esencialmente con la caricatura.

Animalia es un fresco testimonio de una voz mercurial y lúcidamente tropical, un bestiario de la escuela de Arreola y Borges, de una ebriedad fantástica en contacto con los seres esenciales de la imaginaria mexicana.

Como regalo para los lectores compartimos el Ahuizotl, animal contenido en el bestiario y símbolo de la casa donde se presentará el libro e iniciará el guateque:

 

AHUIZOTL

Nací viejo, bajo cielos muy antiguos, como el último de mi raza. Mi tierra era Tlatilco, que en lengua natural significa “el lugar de las cosas escondidas”, pero en aquellas leguas nunca fui bueno, ni justo ni bien querido: los hombres rojos me odiaban por engañarlos como a niños. Y por ahogarlos a las orillas de los lagos.

Al tercer día –y sólo hasta al tercer día– volvían sus cuerpos rotos por el agua. Sin dientes, sin carne y sin ojos, como balsas maldecidas por mi aliento para el estudio de sus profetas.

Pero nada fueron mis tormentos comparados con lo que habría de venir: vi arder a manos de rufianes a la civilización más pura, la de la ciudad flotante; vi las violaciones con la espada con que partieron a las mujeres y vi también cómo la enfermedad de la piel acabó con hombres recios, ancianos y niños, profanando sus despojos más allá de la muerte.

Todo lo que trajo el hombre blanco fue una ruina sanguinaria; acabó con los señores de esta tierra y anegó de sangre enferma los altares de los templos.

Soy el último de mi especie, ya nadie nunca dirá mi nombre ni sabrá que yo era el coyote del agua con los pies de mono. Por eso, antes de que mis ojos salgan de sus cuencas y atestigüen los horrores del Mictlán, muero bebiéndome este lago envenenado, junto con la pesadilla de lumbre de lo que supo ser Tenochtitlán.

 

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