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La obra muestra la vida de Kosho y su contacto con los elementos, una vida sencilla en búsqueda del despertar de la conciencia

En un poema citado por Octavio Paz en sus Vislumbres de la India, Bhartrihari (¿siglo VII?) dice:

¿Para qué toda esa hueca palabrería?
Sólo dos mundos valen la devoción de un hombre:
la juventud de una mujer de pechos generosos,
inflamada por el vino del ardiente deseo,
o la selva del anacoreta.

Realmente esa es la gran disyuntiva del hombre y quizás la última tentación.  Aunque uno quisiera escapar del ruido del mundo y consagrarse al espíritu manteniendo los placeres de la carne, esto es imposible. Ambas sendas del éxtasis no se pueden combinar.

La vida del asceta o anacoreta es para los chinos y los japoneses uno de los grandes mitos vivientes, generando una enorme atracción turística. Estos hombres se recluyen en majestuosas montañas donde llevan a cabo una férrea disciplina espiritual.

Casi como una meditación: una simulación de estar ahí en esas montañas entre pinos, luz y serenidad en la alta penumbra, así puede uno ver este video. El ascenso del espíritu simbolizado por la montaña.

El video muestra la región de Kumano en Japón, donde se practica el camino de Shugendo, un entrenamiento ascético en las montañas sagradas. El cortometraje fue grabado ahí, envuelto en niebla espiritual, entre mantras y silencio ritual. La obra muestra la vida de Kosho y su contacto con los elementos, una vida sencilla en búsqueda del despertar de la conciencia. 

Las imágenes son especialmente apropiadas ya que de manera sutil van ascendiendo la montaña simbolizando la maduración del entendimiento, como el humo del incienso que representa también la percepción del cuerpo sutil.

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