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Arte

Por: Jimena O. - 07/21/2015

Si bien la arquitectura gótica evolucionó desde el siglo XII hasta finales del siglo XVI, este estilo se caracterizó por enfatizar la belleza y la estética por sobre la solidez y la perfecta proporción de los arquitectos clásicos

 

De acuerdo con la teoría humanista, el ser humano requiere de la fuerza de los opuestos para distinguir ese camino, único y personal, hacia la trascendencia de la psique y soma. Es a través de la contemplación de ambos lados, el de la luz (las cualidades) y el de la sombra (los defectos), que logramos apreciar la verdadera belleza de ambos. Quizá encontremos inevitable rechazar esta parte de sombra, donde encontraremos los riesgos, los miedos, lo imposible e, inclusive, el motor para una sabiduría (además de conocimiento).

A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre se ha encargado de resaltar ambos opuestos a través del arte. Un ejemplo de esta situación es la estética riesgosa de la arquitectura gótica durante el Medievo, la cual se contraponía a la simetría y solidez de la arquitectura del Renacimiento. 

Si bien la arquitectura gótica evolucionó con el paso del tiempo desde el siglo XII hasta finales del siglo XVI, este estilo se caracterizó por enfatizar la belleza y la estética por sobre la solidez y la perfecta proporción de los arquitectos clásicos. De hecho, esta fue la razón por la que los arquitectos renacentistas expresaron su desprecio hacia este nuevo estilo al cambiar su nombre: opus francigenum, que significa “obra francesa”, por arquitectura gótica, aludiendo a las obras de los bárbaros que habían olvidado las técnicas y los cánones estéticos grecorromanos. 

Sin embargo, la prevalencia del arte gótico permitió la expresión del contraflujo contra lo “ya establecido”. Es decir que, ante este deseo irresistible por la adrenalina, estas obras francesas arremetieron a favor de la altura, la verticalidad, la alternancia entre los vacíos y los planos, la fusión de los espacios, el juego entre luces y colores, la voluntad de seducir, al menos a través del morbo, a más fieles de la iglesia. 

¿Cómo es posible que algo tan esplendoroso fuera tan despreciado por no formar parte de los cánones de belleza de la época? Entre figuras y espacios que parecen flotar en el aire, el arte gótico sublima la sombra de la humanidad.