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Empujar el cielo lejos: reflexión sobre "20,000 días en la Tierra" (Iain Forsyth y Jane Pollard, 2014) y "El payaso del mal" (Jon Watts, 2014)

Arte

Por: Psicanzuelo - 06/04/2015

Es el proceso creativo lo que hermana películas tan dispares como un rockumental biopic nostálgico y una aparente cinta de terror

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Uno podría pensar que las películas 20,000 días en la Tierra (Iain Forsyth y Jane Pollard, 2014) y El payaso del mal (Jon Watts, 2014) no tendrían mucho en común; a mi parecer sucede todo lo contrario. Es el proceso creativo la salvación de Nick Cave, ante su locura, en la primera película citada, un documental (rockumental) sobre el rockero australiano. Es la ausencia de este proceso creativo, la negación de desarrollo de las características artísticas natas, lo que transforma a Kent (Andy Powers) en una amenaza social hasta para su familia. 

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El payaso que tenía que llegar a la fiesta de cumpleaños infantil del hijo de Kent y Meg (Laura Allen) no acude a la cita, así que con ayuda de un traje de payaso, Kent suplirá la ausencia con un talento insólito, improvisando. Los problemas empiezan después cuando Kent ya no se puede quitar el traje, sucede que se lo encontró por ahí, y pertenece a un demonio que por medio de la ropa posee a su víctima. Película elegante, en contra de lo que uno podría imaginarse mirando el póster y la parafernalia; Eli Roth forma parte del equipo de producción, y la producción es sobresaliente, todo está en su sitio. Los movimientos de cámara son justos, pausados, introspectivos. Un trabajo técnico de imagen y sonido, para explorar este cuento para adultos metafórico de la noche del alma de la pareja metropolitana. La negrura que rodea todo a la orilla de la luz, las ansias de Meg ante la transformación de su esposo la vuelven finalmente la esposa que nunca ha podido ser, demasiado tarde. Kent va perdiendo su voluntad, así como la cordura ante instintos que no puede controlar, el traje comanda sus acciones, y cualquier niño que cruce su camino debe tener mucho cuidado.

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No soy fanático de la música de Nick Cave, no lo he escuchado lo suficiente, porque hay algunas canciones que de verdad me emocionan bastante, como la que le da título a este texto y pueden escuchar en los links al final (hasta el remix). Y solo por eso, estoy en un buen sitio para escribir acerca de este interesante documental que más que hablar sobre Nick Cave cuestiona el proceso creativo y a los artistas en general. Hay un encanto especial en un rockstar viejo que cuenta su historia de adelante hacia atrás haciendo memoria, que muestra fotos en el sótano de una escuela, diseccionando el  furor de cómo se fue convirtiendo en el mito que cree ser o que los demás creen, en lo que podría conformar el museo de Nick Cave. Sus espacios de composición y la manera de compartir este acto con su amigo, músico y colaborador: Warren Ellis (no confundir con el escritor de novela gráfica); el mismo Cave comenta: “Hay que entender las limitaciones de uno, y ahí la colaboración se puede volver algo distinto”.

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Nick va al psicoanalista y platica de la primera relación sexual, diciéndole a su madre que va a dormir en otro lado para irse con una chica a la que le gustaba vestirlo de mujer. La sesión psicoanalista se va a continuar mezclando en un montaje que va y viene a lo largo de la cinta. Escenas en la casa, el estudio donde graba las pistas, canta con la música de la batería en los audífonos, hace parecer que canta a cappella. Llegando a tocar en terapia el punto de que su miedo mas grande es la pérdida de la memoria porque la memoria es lo que somos, y la película es memoria. Las sesiones psicoanalíticas y el viejo Nick Cave aún en activo son en conjunto la verdad que los cineastas llegan a explorar, lejos de lo que uno se pudiera imaginar, su ansiedad, sus cuestionamientos, su deterioro por un uso de estupefacientes en su momento, su profundidad como artista quedan al rojo vivo y lo más importante, al alcance del espectador. 

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En El payaso del mal es evidente que Kent necesita expresar algo que trae dentro, el veneno que podría haber matado a Nick Cave y que destila frecuentemente arriba del escenario, en un ejercicio alquímico artístico que transforma al que lo escucha. Kent no supo reclamar ese espacio y ahora carga una maldición y una naturaleza tornándose psicopática. 

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En una aterradora toma final que es muy abierta, conteniéndose en un  movimiento continúo que se aleja, Nick Cave mira hacia el horizonte donde está la cámara, sobre el mar y luego debajo de él, que casi como un Leviatán duerme debajo del mar alejándose. La cámara, nosotros, el público, somos esa bestia que Nick Cave ha sabido acallar con ayuda de sus colaboradores y de la escritura poética que construye sus canciones, versos a Dios.

 

  

 

Twitter del autor: @psicanzuelo