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Wolfgang Grasse y el realismo fantástico de la Segunda Guerra Mundial

Arte

Por: Jimena O. - 04/03/2015

Las obras del alemán Wolfgang Grasse, conocido como “el pintor de la muerte”, retratan escenarios apocalípticos de la situación humana y sus verdades eternas

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Al mirar por primera vez las pinturas de Wolfgang Grasse, creeríamos que se trata de obras surrealistas tomadas del automatismo psíquico de algún fanático de la muerte y el Apocalipsis. Sin embargo, lo que el artista alemán retrató en lienzo no fue sino realismo puro, la mimesis de lo que vivió en carne propia durante la Segunda Guerra Mundial. Wolfgang nació en Dresde, una ciudad artística por excelencia, situada al este de Alemania. Durante la conflagración miles de aeronaves lancaster la convirtieron en una pesadilla apocalíptica: iglesias, catedrales, recintos, plazas, todo fue destruido y los muertos y mutilados que decoraban los suelos se convirtieron en el necropaisaje fantástico que daría vida a sus obras.

Pero Wolfgang no sólo avistó la muerte desde su pueblo natal; también pasó 8 años en la aterradora prisión soviética, luego de que militares descubrieran sus dibujos satíricos en los que aparecía Stalin en una horca: “en vita en morte sumus”, decía, que significa "en la vida estamos rodeados de la muerte".

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El estilo del “pintor de la muerte” —que recuerda un poco al de Bosch en El Jardín de las Delicias, mezcla la percepción historiográfica del manierismo renacentista con fugaces pincelazos del surrealismo, dando como resultado la inmanente expresión de la escuela de Viena: el realismo fantástico:

“El realista fantástico acostumbra mezclar símbolos viejos y nuevos para expresar en su arte que la situación humana nunca ha cambiado realmente en sus verdades eternas”, decía Wolfgang.

También llamado alquimista de la pintura —pues era sabio, viejo y mago, Wolfgang nos lanza una clase de hechizo moralista para mostrarnos miles de años de degradaciones humanas que, quizá, puedan funcionarnos como un umbral hacia nuestro fatídico destino en esta realidad:

Debemos respetar los sueños tanto como respetamos la realidad. A veces nuestros sueños son más poderosos que la realidad misma.

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