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Ciudad africana, parafernalia de la cultura islámica, esconde entre sus sombríos pasajes a los guías espirituales de la religión vudú

"Durante el día verás el Islam, pero en las noches encontrarás el vudú", es lo que se cuenta por los barrios de Dakar, capital de Senegal y a su vez comunidad predominantemente musulmana guiada por las enseñanzas del Corán, y en minorías pero no menos importante, por la Biblia cristiana. Ambas religiones monoteístas satanizan la filosofía y los medios curativos de los morabitos o guías espirituales del vudú en Dakar. El vudú es una de las religiones más antiguas del mundo; es animista, y como tal mantiene hasta la fecha la creencia en el alma poderosa tanto de los seres vivos como de los objetos y la fe devota en la conexión entre vivos y muertos. Los espíritus del “otro lado” son venerados e invocados en ceremonias para pedir consejo o protección, sin embargo, las consecuencias del sincretismo entre el antiguo vudú y la santería americana -como consecuencia de la emigración de esclavos, han dado origen a la magia negra y su uso para llamar a demonios que engendran la enfermedad, la desgracia, e incluso la manipulación mental bajo la utilización de sustancias alquímicas.

En Dakar, un número considerable de habitantes mantienen la práctica de estas creencias ancestrales en secreto. El fotógrafo Paolo Ciregia y la periodista Maria Tavernini documentaron las parafernalias de los morabitos del lugar, relatándonos su experiencia entre las lóbregas calles que parecieran grisáceas de por vida:

La escalera es estrecha y oscura, y los cadáveres de animales yacían amontonados en una habitación de la casa del cura. Piezas de pollos, monos, leones y serpientes, junto con el cabello y los frutos secos se utilizan para hacer amuletos y fetiches (talismanes vudú) para proteger a los devotos de la ira de los dioses. El sacerdote, un hombre duro de Ghana con ojos negros magnéticos, está sentado en un colchón en el piso de la sala de estar con un gran cuchillo en sus manos.

Tavernini nos cuenta cómo el sincretismo y las tradiciones locales prevalecen sobre la ortodoxia, ya que muchos de estos maestros del vudú son musulmanes estrictamente fieles al Corán y otros por el contrario son practicantes del Sihr, lo que se considera brujería y la negación o rechazo total de Alá:

Un hombre que llegó con el sacerdote por un deseo que le fuese concedido, se sienta al lado del morabito y sus alumnos. Acaban de matar a un pollo como sacrificio a la diosa Mawu. Sentados en círculo, con las manos abiertas apuntando al cielo comienzan a recitar versos coránicos cantados. El murshid (maestro), envuelto en su larga túnica extiende puñados de arena en el suelo de madera. Luego, con un movimiento solemne, toma el cuchillo, se provoca heridas en la lengua con cortes profundos y escupe la sangre en la arena. El hombre sigue mirándolo fijamente, sorprendido y con los ojos bien abiertos.

La gente cree en Alá, pero cuando llega el momento de un deseo, un hechizo, o simplemente una guía, el vudú es la respuesta.