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Territorio de excepción: los terapeutas y sus consultorios (FOTOS)

Por: Jimena O. - 10/25/2014

Un proyecto fotográfico de Sebastian Zimmermann nos permite echar una ojeada a los consultorios de distintos terapeutas de Nueva York, recintos de la subjetividad de tantas y tantas personas

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Kafka, “Ante la ley”

El consultorio del psicoanalista es un territorio que va de lo singular a lo extraño y, a veces, para algunas personas, puede pasar incluso por lo ajeno. Un territorio de excepción, en varios sentidos: la excepción que significa tener, a la manera de Woolf, “un cuarto propio”; la excepción temporal dentro del curso cotidiano de la vida; una excepción dentro de la moralidad que cada uno lleva consigo; la excepción lingüística del error, la tergiversación, la ambigüedad, la substitución involuntaria de las palabras; en suma, una excepción dentro de la propia subjetividad, la posibilidad de, por un momento, situarla entre paréntesis, detenerla, mirarla. Al menos para los pacientes.

Para los psicoanalistas esto es, quizá, distinto. Para ellos, es su lugar de trabajo, uno sin duda peculiar, pues la materia prima es la existencia de otras personas. Quizá por eso una de las condiciones fundamentales del lugar es la comodidad. Curiosamente, no se trata de lugares asépticos. Quizá para desmarcarse de la medicina (porque el consultorio no es lugar de enfermos ni curaciones), cada terapeuta imprime su sello personal a su consultorio. La comodidad es en principio para el analista mismo y sólo después se extiende a sus pacientes.

Hace unos días, el fotógrafo y psiquiatra neoyorquino Sebastian Zimmermann publicó una compilación de retratos que ha tomado desde 2011 a colegas terapeutas, en parte para devolverles esa atención que ellos brindan a sus pacientes. Zimmermann fotografió a distintos “especialistas” de la mente humana: psiquiatras, psicoanalistas y psicólogos, cada uno con su propia orientación, lo cual a su vez se traduce en la disposición espacial de su consultorio.

Un pequeño atisbo a esos lugares que de ordinario se encuentran cerrados, excepto, claro, para aquellas personas que un día tocan a la puerta y, simplemente, la cruzan.