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La música puede acercarnos a lo numinoso. Este video tal vez sea una prueba de eso

Glenn Gould, uno de los grandes pianistas de la historia, era un hombre peculiar que vivía de manera verdaderamente única la música. Se dice que de niño no lloraba; en vez de eso, tarareaba. No solía practicar; simplemente preparaba sus conciertos mentalmente, tocando con dedos imaginarios.

En este video recuperado por Robert Krulwich para su extraordinario blog en el sitio de NPR, podemos entrometernos al mundo de Gould. Como dice Krulwich esta intrusión, observar a Gould ante su piano en su casa, es algo como ver "a Michael Jordan jugando baloncesto o a Etta James cantando blues; hay una concentración, un zoom que es tan profundo que se siente especial, como una forma de éxtasis". En ocasiones el Funkelin se enciende, el cuerpo se deja poseer por la musa en movimiento; esto le ocurre a Gould tocando una fuga de Bach. En el minuto 1:57 podemos ver cómo Gould deja de tocar y va a la ventana, mientras sigue la música con su voz baritona --y regresa en un estado de trance.

Este estado es lo que Mihaly Csikszentmihalyi llamó el "estado de fluidez" (a veces conocido como "flow"). Krulwich relata el caso descrito por Csikszentmihalyi, de un cirujano que no se dio cuenta de que estaba colapsando el techo mientras operaba debido al alto nivel de concentración en el que trabajaba.  El neurocientífico Daniel Levitin describe el "flow" como la fusión de "la acción y la atención", un completo involucramiento en lo que se hace, hasta el punto de que "lo que piensas se convierte en lo que haces",  y "el tiempo desaparece" e incluso la identidad se diluye en el "maravilloso éxtasis de una actividad". De nuevo Krulwich:

Es un misterio cómo llegamos ahí. Entra la dopamina y la noradrenalina: se suprime el hambre y el deseo sexual... estás libre para jugar de forma profunda con asociaciones en el flujo de la conciencia; estas liberado químicamente y puedes expandirte ampliamente. Sí, realmente no sabes quién eres o qué esta pasando; pero el solo hecho de que está pasando es una de las experiencias más maravillosas. Cuando veo a Glenn Gould caminando de regreso a su piano, llevado ahí por una fuga del siglo XVIII, veo un hombre transportado, un hombre que se ha hallado, un hombre en un estado de gracia. Si existe el cielo, Glenn Gould está muy cerca en ese momento.

Quizás Gould prueba el éxtasis divino reservado para el artista, algo equivalente a lo que le sucede al hombre religioso cuando entra en un estado de kundalini. Una forma de posesión divina en la que el cuerpo es un diáfano vehículo para el espíritu: una descarga numinosa que recorre todo el cuerpo (lo utiliza para comunicar lo inefable).