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Las clases privilegiadas de México también toman parte de la celebración mundialista, pero a su manera: reuniéndose en la Glorieta de Bosques de las Lomas, en euforia etílica, bajo el resguardo de guardaespaldas y policías

Desde hace algunos años existe en México un sector de la población que se distingue por su poder adquisitivo y quizá, más precisamente, por la ostentación que hace de este. En un México posterior al Tratado de Libre Comercio, inserto de lleno en las prácticas de consumo de la globalización y el neoliberalismo, los miembros más jóvenes de las clases adineradas tienen rostros lozanos enfundados en ropa de importación y logotipos visibles, automóviles del año, relojes de varios miles de pesos, pomos y noches de antro y la vigiliancia casi permanente de choferes y guardaespaldas (un estilo de vida que quizá no por casualidad tiene cierta semejanza con la ostentación que de su riqueza también hacen los hijos de los grandes capos del narcotráfico, aunque para éstos los narcos seguramente serian considerados nacos).

Pero más allá de todo eso, quizá haya una constante que recorre todas las generaciones de ricos del México de ayer y de hoy: su condición de privilegiados, esa zona de exclusión/excepción que crean a su alrededor casi naturalmente, como si fuera el único hábitat donde pudieran crecer y desarrollarse. Privilegios ante la autoridad y la ley, ante el ciudadano común, ante la sociedad en su conjunto. En México, el dinero —o al menos, la apariencia específica que aporta a una persona— es salvoconducto y permiso casi inobjetable.

Las imágenes que ahora compartimos, recopiladas por Terra, pertenecen a los festejos que jóvenes realizaron el pasado lunes en una de las glorietas de Bosques de las Lomas con motivo del triunfo del equipo de México sobre Croacia en el Mundial de Futbol de Brasil. Aunque tradicionalmente el Ángel de la Independencia es el punto de reunión para este tipo de celebraciones, en los años recientes se ha hecho hábito de la burguesía celebrar en la zona de Bosques de las Lomas, lugar que ha acogido la singular expresión de la felicidad colectiva que sobreviene cuando el equipo nacional vence --sólo que sin mezclarse con el grueso de la población.

El alcohol fluyó desde un inicio, casi a la par del ánimo festivo, la sensación de permisividad que dan el abrigo de la muchedumbre y, sobre todo, el aplomo que concede la situación privilegida. Una combinación que, por ejemplo, da como resultado que un muchacho pueda trepar a una luminaria pública y no ser detenido. Más todavía, que un policía lo observe y emita un juicio no sobre la seguridad del joven, sino sobre "lo bien reforzados” que están esos postes.

Fotos: cortesía de Terra