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Paul Ribera ha imaginado una oscura realidad en la que caricaturas muestran una cara distinta a la que recordamos: la de los excesos de la fama y la adicción a las drogas.

En realidad, ya todos sospechábamos que los personajes de estas caricaturas tenían problemas para controlar su consumo de estupefacientes, sólo faltaba que alguien lograra ganar su confianza, se escabullera entre sus círculos más cercanos y los dibujara en el momento justo en que inhalan coca o se inyectan heroína.

A Paul Ribera no le ha importado destruir uno por uno los recuerdos de la infancia de toda una generación que creció con la cara pegada a la televisión a finales de los 90s y principios de los 2000s. Ha capturado a Dexter cocinando meth en su laboratorio, a Johnny Bravo inhalando línea tras línea de coca hasta sangrar, a las Chicas Superpoderosas en tacha, a Doug arponeándose en el cuello, y esto es sólo el principio de la lista.

Si has visto estas caricaturas no debes sorprenderte, cada generación ha crecido viendo a sus ídolos en drogas sin darse cuenta. O quizá esto sólo es un engaño y sucede en un oscuro mundo paralelo, donde los niños crecen inhalando solventes con la bandera de Estados Unidos pegada a las narices.