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Estudios revelan lo que la sabiduría budista nos ha dicho desde hace mucho: que el desear posesiones materiales nos hace cada vez más infelices, y nos vuelve incapaces de apreciar lo que tenemos.

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Lo dice la segunda de las cuatro nobles verdades del budismo: el origen del sufrimiento es el tṛṣṇā (el deseo, el anhelo, la sed). El deseo nos ata al mundo con una fuerza superior a la de la gravedad, nos impide aceptar el flujo cambiante de la vida. Vivimos encadenados voluntariamente a un sistema que se alimenta de nuestro deseo, de nuestro permanente estado de insatisfacción, de un hambre de posesiones que somos incapaces de saciar.  

Nuevas investigaciones exploran la idea de que la gente más materialista tiende más a deprimirse y a estar insatisfecha con la vida.

Estar enfocado todo en tiempo en lo que quieres, y aún no tienes, hace que no puedas apreciar lo que te rodea, de acuerdo con la investigación de la Universidad de Baylor.

Para el estudio fueron reclutados 246 universitarios en los que se evaluó qué tan materialistas eran, qué tan satisfechos estaban con su vida, y qué tan agradecidos están con lo que tienen. Encontraron que la gente más materialista sentía también menos gratitud, la cual es una forma muy efectiva de medir qué tan poco satisfechos están con la vida.

Los psicólogos explican que la gratitud es un estado de ánimo positivo que muestra empatía con los otros, y poner nuestra atención en los demás es bueno para nuestra salud emocional.

En contraste, un enfoque materialista hace que acumulemos cosas pero nunca alcancemos a tener contacto con lo que queremos, pues todo el tiempo están cambiando nuestras expectativas. Perdemos el contacto con nuestra realidad y con los demás. Mientras más compramos cosas, más se aleja el horizonte de nuestra felicidad.

Quizá haga falta voltear al pasado y poner atención a esta sentencia de Epicuro: “No desperdicies lo que tienes deseando lo que no tienes; recuerda que lo que ahora tienes estaba entre las cosas que alguna vez deseaste”.

[PsyBlog]