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El defensa brasileño del Barcelona y sus colegas se mofan lúcidamente de un gesto racista que estuvo lejos de cumplir su intención, ofender.

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La pasión y la magia que despierta el fútbol, desafortunadamente van acompañadas de patéticas canalizaciones de algunos de los aspectos menos decorosos de la cultura. Este deporte, como espejo de una sociedad, también termina proyectando esos tumores culturales, a los cuales la evolución humana aún no logra atender. Como parte de este triste menú podríamos aludir, obviamente, a la recurrente violencia que se da en los estadios, pero también a un factor que sorpresivamente sigue asistiendo con frecuencia a los partidos: el racismo. 

Un episodio reciente de este fenómeno se registró en el estadio del Villarreal, en el partido de la Liga de España que perdió contra el Barcelona. Al aproximarse a cobrar un tiro de esquina, el defensa brasileño Dani Alves, 'recibió' una banana, arrojada por un poco creativo, y probablemente acomplejado, seguidor del Villarreal. La reacción de Alves fue categórica: sin dudarlo un instante recogió el obsequio y lo degustó rápidamente, para luego cobrar el tiro.   

 

Tras finalizar el juego, con una destacada participación del brasileño que colaboró con la victoria 2-3 a favor de su equipo, muchos de sus compañeros, también de la selección de Brasil e incluso colegas de otros equipos y otras ligas, se unieron a la bofetada contra el racismo. Neymar, Sergio Agüero, Fred y hasta Roberto Carlos, entre otros, publicaron en redes sociales fotos en las que aparecen sonrientes, comiendo bananas. Las imágenes vienen acompañadas de la leyenda: #SomosTodosMacacos. Por su parte el legendario delantero inglés, Gary Lineker, tuiteó: "Realmente brillante la reacción de Alves. Tratar la lacra racista con total desdén!".

Aunque podemos imaginar que no es fácil transmitir un mensaje a la mente de personas que a estas alturas de la historia siguen recurriendo a actitudes racistas, quizá este tipo de acciones puedan remotamente sugerirles que su postura es ridícula, tanto que ya ni siquiera cumple su cometido original de ofender. Ojalá el fútbol logre, pronto, no sólo sacudirse a las mafias comerciales y a los seguidores violentos, sino también otros vicios, empezando por el racismo, que continúan ensuciándolo.