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"Mi carné de lector no. 2516": conoce el poético CV de Italo Calvino

Por: Luis Alberto Hara - 01/10/2014

Un texto tan impersonal como el CV en realidad puede ser un documento autobiográfico de extraordinaria belleza si la vida de la que se da cuenta es la de Italo Calvino.

Italo Calvino seated in his studio

El curriculum vitae o CV es un resumen de la carrera laboral en forma de texto que presentamos como primer contacto a un posible empleador. Sin embargo, en tanto forma textual no se encuentra exenta de poder ser intervenida creativamente, especialmente si el que busca empleo es uno de los narradores más importantes del siglo pasado, como Italo Calvino.

En una carta de 1969 al editor italiano Franco Maria Ricci, Calvino incluye toda la información que considera pertinente para que su empleador conozca su trayectoria vital, algunos méritos y, sobre todo, quién es él mismo desde su perspectiva. El CV, en manos de una imaginación poderosa, puede convertirse con pleno derecho en una forma de autobiografía, especialmente si haces lo que amas.

¿Crees que los empleadores de hoy en día se tomarían un gesto así en serio? ¿El CV no implica que la vida se reduce simplemente a trabajar y hacer carrera? No lo sabemos, pero sin duda el CV de Calvino es una lectura digna de compartirse: el trabajo debe ser una actividad disfrutable, no una prisión sin rejas, especialmente si tu ocupación principal es "consultar libros raros" en la Biblioteca Nacional de París.

AQUÍ ESTÁ MI CV.

Nací en 1923 bajo un cielo donde el sol radiante y el melancólico Saturno se alojaron en el armónico Libra. Pasé los primeros veinticinco años de mi vida en lo que en aquellos días era aún la verde San Remo, la cual contenía excentricidades cosmopolitas en medio del hosco aislamiento de su gente práctica, rural; me marcaron de por vida ambos aspectos del lugar. Luego me mudé a la industriosa y racional Turín, donde el riesgo de volverse loco no es menor que en cualquier otra parte (como Nietzsche pudo comprobar). Llegué en un momento donde las calles se abrieron desiertas e interminables, tan pocos eran los automóviles; para acortar mis días a pie cruzaría las calles rectilíneas en largos oblicuos de un ángulo al otro --un procedimiento que hoy no sólo es imposible, sino impensable-- y de este modo avanzaba marcando invisibles hipotenusas de lado a lado entre grises ángulos rectos. Sólo conozco de pasada otras famosas metrópolis, en el Atlántico y el Pacífico, enamorándome a primera vista de todas ellas: me engañé a mí mismo creyendo que había comprendido y poseído algunas de ellas, mientras otras permanecieron para siempre inasibles y extranjeras para mí. Por muchos años sufrí una neurosis geográfica: era incapaz de permanecer tres días consecutivos en un lugar o ciudad. Al final elegí una esposa definitiva y me establecí en París, una ciudad que está rodeada de bosques y carpes y abedules, donde camino con mi hija Abigail, y que a su vez rodea la Biblioteca Nacional, donde voy a consultar libros raros, utilizando mi Carné de Lector no. 2516. De este modo, preparado para lo Peor, y volviéndome más y más insatisfecho con lo Mejor, voy desde ahora anticipando las incomparables alegrías de envejecer. Eso es todo.