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¿De qué manera vives tu esclavitud? Sobre "12 años de esclavitud" (Steve McQueen, 2013)

Arte

Por: Psicanzuelo - 01/18/2014

La cinta de Steve McQueen está llena de virtudes cinematográficas, pero sobre todo está llena de dolor, al abordar de una manera sobria y muy humana un tema que es tan vigente ahora como lo era en el siglo XIX: la esclavitud del alma.

12 Años de Esclavitud (Steve McQueen, 2013) es una muy emotiva película que con coraje pone sobre la mesa un capítulo de la humanidad que no ha sido observado con la profundidad requerida, en comparación con otras aberraciones que han sucedido en la historia; estoy hablando de la esclavitud a la que los pobladores de África fueron sometidos a cargo de los colonizadores de distintos imperios europeos. Recordemos que esta etapa duró 400 años, no fue pasajera en ningún sentido; desde 1550 barcos cargados de gente que ya no era libre y de una raza distinta a los que los atrapaban cruzaban el océano Atlántico para abastecer una sociedad económica que dependía de ellos cada vez más.    

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Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor) es una persona de color que vive como hombre libre en el estado de Nueva York, en Estados Unidos, a mediados del siglo XIX, cuando la esclavitud estaba institucionalizada. Solomon se ha ganado un lugar honroso en la sociedad local trabajando desde abajo y no es un hombre cualquiera, es un artista que toca el violín como pocos, vive de forma armoniosa con su familia y goza de fama local. Este talento atrae a un par de hombres desconocidos que lo convencen de viajar para mostrar sus grandes dotes musicales, en un espectáculo sin precedentes. No tiene que ir tan lejos, tan sólo a Washington y de regreso; ganaría buen dinero y reputación, fácilmente. A través de estos engaños, Solomon pronto descubrirá lo que es la esclavitud al ser vendido como si fuese ganado. Despertamos a este nuevo estado o dimensión, por el contraste fotográfico, que llueve sobre la audiencia; un cuarto muy obscuro, donde únicamente una potente luz dibuja el cuerpo de Solomon entre la penumbra y nos percatamos de que está encadenado a la pared. Sus ropajes ya se han comenzado a deteriorar, lo que contrasta con su anterior status, que le permitía usar ropajes de terciopelo y algodón fino.

Esta manera de mostrar la esclavitud, tan dramática, en términos realistas y casi como sobre un escenario, nos conecta con la película que hizo Abdellatif Kechiche antes de hacer La Vida de Adelle: La Venus Negra (2010), que cuenta las andanzas de Saartjie Baartman, personaje africano de la vida real. En 1817, la sudafricana fue forzada a ejecutar un espectáculo denigrante actuando como un salvaje caníbal de enormes glúteos bajo una carpa, para terminar como un cadáver disecad utilizado para hacer análisis comparativos de estudiosos franceses sobre la raza negra. A grandes rasgos, la cinta de Kechiche parece tener más que ver con una visión como la de El Hombre Elefante (David Lynch, 1980) que con 12 Años de Esclavitud, con la que mantiene una conexión simplemente en cuestiones estéticas; pero si nos concentramos en los personajes principales de ambas, encontraremos profundas similitudes. Saartjie y Solomon tocan el violín, son artistas encerrados en actividades casi animales, enormes almas lúcidas y sensibles enfrentadas a terribles amos de quienes son una propiedad más por razones únicamente raciales, justificados por un tiempo que resulta ser una suerte de prueba de resistencia, laberinto psicológico para encontrar la identidad espiritual más allá de lo que los cromosomas puedan comandar. Queda claro que el hombre tiende a abusar del mismo hombre encontrando en el otro alguna diferencia que lo pueda justificar, un razonamiento egoísta que nos hace parte de un sistema de producción, que a su vez nos indica caminos sencillos aunque aberrantes para colocarnos por encima de los demás y aspirar a una "mejor" vida de la manera que sea. 

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El guión de 12 Años de Esclavitud fue escrito por John Ridley, basado en las memorias de Solomon Northup, que no solo sí existió sino que en efecto le ocurrieron los sucesos relatados en la cinta. La película de Steve McQueen es poderosa en su forma y controversial en su puesta en escena. Sólo un hombre de color pudo hacer esta película sin que se tome como un acto racista, sino todo lo contrario, una aberración y una muestra de cómo la esclavitud sistemática puede seguir sucediendo de distintas maneras en todos los tiempos.

Sin embargo, la película es una metáfora de otros procesos también. Al mismo tiempo las escenas de 12 Años de Esclavitud, por más extraño que nos parezca, eran parte de una cotidianidad que relativamente hace poco dejó de existir. Asimismo, quizás sea extraño en una sociedad del futuro la manera como un sistema político fuerza a que los campesinos de un país de tercer mundo tengan que viajar para ser esclavos en un país de primer mundo, viviendo todas las inclemencias y abusos posibles, pero creando interesantes sociedades en el proceso, sincretismos que evolucionarán a través del tiempo, sociedades nómadas que borran fronteras, nutren a las estacionarias y las educan, éste es un ejemplo de muchos que se me pueden ocurrir del esclavismo obvio, pero en la cinta de McQueen hay mucho más que obviedades. La sociedad afroamericana hoy en día es un hervidero de talentos y un potencial desaprovechado.

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Solomon vive una larga travesía al interior de un barco que contiene obscuros espacios que recuerdan ese cuadro pintado por el pintor romántico Joseph Turner en 1840, “El Barco de los Esclavos”, mismo que describe un naufragio de una de estas embarcaciones. A través de la ejecución de la escena se siente la indignación del cineasta, la presencia del fuego que no llega a quemar la nave, los abusos permitidos que inician sobre el personaje principal, el trato inhumano que no cesará. A fin de cuentas, el uso de esclavos no sólo es una cuestión práctica, sino también tiene usos psicológicos para una sociedad. 

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Sin accidentes y todavía sin asumir su nueva realidad, Solomon arriba a su primer destino en el sur del país, donde la esclavitud es cosa de todos los días, como si se tratase de una pesadilla de la que no puede despertar. Así comprende que se ha dejado de llamar Solomon para llamarse negro. Los distintos cuerpos de color obscuro se asean en un patio antes de entrar a un cuarto donde serán mostrados a sus posibles dueños (si es que los compran) por un sujeto irónicamente llamado Freeman (Paul Giamatti), que los hace actuar y mostrar partes de sus cuerpos para la discusión de precios. En un impresionante plano secuencia, lleno de círculos completos alrededor de los personajes, que recorre tres cuartos en los que se está dando la venta, se realiza una toma llena de violencia contenida, que va explotando en las reacciones naturales de los humanos caracterizados como bestias, las familias se rompen y se patean y así Solomon encuentra su primer dueño. En su rancho se asume como esclavo pero busca los derechos primordiales para no perder la razón, es así como tiene que cambiar de dueño al entrar en demasiados conflictos con un peón.

Edwin Epps (Michael Fassbender) es mucho más cruel y es un medio para poder apreciar la razón del esclavo más allá de ser una unidad robótica en concepto, que físicamente ahorra el trabajo para los blancos, más bien revelando una naturaleza obscura sádica que todos los hombres compartimos. Me recuerda esa disciplina enseñada por Don Juan Matus en los libros de Carlos Castaneda, en la que habla de buscarse un capataz que sea tan cruel como fuese posible encontrarlo, y a través de él, tratar de encontrar la libertad. Al mismo tiempo compran a Patsey (Lupita Nyong’o) quien se vuelve el objeto de deseo de Epps, fuente de la futura discordia con su desalmada esposa, y de quien Solomon se vuelve una especie de padre; tiene que ser fuerte para sostener este hogar abstracto ante los embates injustificados de Epps. 

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Steve McQueen, con dos cintas a su haber, ambas críticas a un sistema mecánico que esclaviza al hombre de distintas maneras y que tratan la lucha del hombre por liberarse encontrando maneras en territorios límite. La primera, de forma minimalista, relata los sucesos de la huelga de hambre que ocurrió en una prisión inglesa en 1981, por parte de irlandeses pertenecientes al IRA ante los maltratos vividos detrás de la captura. Resulta mucho más lenta y parca que, por decir algo, En el Nombre del Padre (Jim Sheridan, 1993), pero se vislumbra que McQueen sabe sacarle jugo a su naturaleza de artista conceptual y pictórica (aunque haya declarado que no dibuja storyboards), a diferencia de provenir de una formación en el ámbito cinematográfico; es muy expresivo en cuestión de encuadres, colores y formas, con lo que recuerda más una película como lo es Un Condenado a Muerte se Escapa (Robert Bresson, 1956), por ejemplo. En esta cinta conoce a su actor fetiche Michael Fassbender, que aparecerá en las demás películas.

En la siguiente película, la esclavitud está representada por un problema poco hablado y de mucha contundencia social como lo es la sexoadicción, y cómo el acceso a pornografía por Internet muchas veces es la puerta principal para que suceda y se deteriore un individuo perdiendo cualquier dignidad.

En una entrevista, Ridley relata que lo difícil al escribir el guión resultó más que nada en elegir qué sucesos de esos doce años había que abarcar para conformar el arco de la historia para la pantalla. Ridley al respecto:

No quieres un filme que sea completamente dolor y sufrimiento, pero al mismo tiempo no quieres un filme que dé la espalda a esos aspectos difíciles de contar en una historia. Tomó tiempo salir de una mente de 2013, donde miras ciertos momentos y dices: "Oh, me gustaría que Solomon hubiera hecho esto o aquello en esa circunstancia", y preguntarnos si para cierta audiencia se deberían forzar las cosas de cierta manera, o si sólo ser fieles a ese periodo histórico es suficiente. Eso fue de suma importancia para mí, sólo estar seguro en todo momento de no ser demasiado subjetivo con el material, intentar ser objetivo, mientras, al mismo tiempo, permitir esas verdaderas emociones surgir al frente.

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Ridley continúa elaborando sobre el personaje de Solomon Northup:

Una de las cosas que encontré muy profunda sobre él fue que nunca se entregó al odio o a la amargura. Nunca fue digerido por el sistema que lo subyugaba, y tenía fe en un sistema que en última instancia lo liberará. Tuvo fe en que su familia y sus amigos serían capaces en algún momento de alcanzarlo a través del espacio y del tiempo.

Es aquí donde el profundo significado de la película inicia para mí, aparte de la anécdota histórica en estructura de tres actos, a un lado de la metáfora, está el sentido espiritual de la elección de ser esclavo. En medio del plantío de algodón, bajo el ardiente sol, junto a la punta de un látigo que vuela en el aire, detrás del grito sorpresivo que levanta a uno de cualquier intento de descanso, se trasciende la mente y el momento se transforma en una oportunidad para que nuestra alma pueda volar de regreso a casa. 

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12 Años de Esclavitud está llena de virtudes en sus actuaciones, ambiciosos y logrados planos largos magistralmente orquestados, un desarrollo dramático superior a cualquier propuesta de cine comercial, un realismo espeluznante, adecuado diseño de producción que permanece fiel al periodo pero también facilita que las acciones destaquen; pero sobre todo, 12 Años de Esclavitud está llena de dolor, abordando un tema que es tan vigente ahora como en el siglo XIX, de una manera sobria y muy humana. Hoy en día somos esclavos de distintas maneras, quizás a varias cosas o personas. ¿De qué manera vives tu esclavitud? 

 

 Twitter del autor @psicanzuelo