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Tras un vertiginoso paso a la fama, uno de los proyectos más representativos de la era digital parece estar gradualmente diluyéndose.

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Tras consagrarse como un ícono pop de la transparencia en la era digital, y luego de protagonizar múltiples escándalos –algunos a favor, otros en contra–, desde hace un par de años poco se sabe de WikiLeaks. Ahora parece solo permanecer el eco de una revolución psicocultural que quizá gozó de más espectacularidad que trascendencia. 

Al menos desde un punto de vista 'objetivo', no deja de ser interesante analizar, con la distancia que sólo el tiempo nos concede, lo que sucedió alrededor de este memorable fenómeno. WikiLeaks encarna notablemente diversos aspectos de la era digital, ingredientes fundamentales en la autopercepción contemporánea. 

Para empezar tenemos un movimiento, o al menos una especie de proactivo e incitante meme, cuya esencia está íntimamente ligada a la información. Con la consolidación de Internet en nuestras vidas, la información emergió como la metáfora dominante, como el eje fundamental de nuestra realidad. En este sentido, hoy sería difícil desempeñar un papel representativo de nuestra era, sin que la información tenga un papel crucial. Además, en sintonía con su esencia informativa, supongo que es entendible que alrededor de esta plataforma se haya generado mucha información, demasiada, y se haya provocado una profunda confusión –las llaves y contrallaves de los flujos de data. ¿Es WikiLeaks un proyecto bueno o malo, responsable o egoísta, genuino o hipócrita? ¿es Julian Assange una versión digital del Che Guevara, un héroe contemporáneo, un hábil agente encubierto de la CIA o simplemente un libidinoso oportunista? ¿Realmente sirvió de algo?

Como segunda característica de 'representatividad digital', tenemos la vertiginosa velocidad con la que nació, creció y luego, relativamente, se apagó WikiLeaks. Para muestra de esta trepidante línea de vida, tomemos como referencia a su fundador y portavoz, Julian Assange. A finales de 2006 tenemos a un joven y astuto hacker australiano, quien comenzaba un proyecto en el que convergían el idealismo característico de la juventud revolucionaria, con el pragmatismo binario de todo aquel que domina la programación de código. Tres años después, ese mismo joven ya era una especie de Mick Jagger de la contracultura, con un estilo de vida ajetreado, portadas y entrevistas en decenas de medios internacionales y cientos de miles de seguidores. Finalmente, a partir de junio de 2012, es decir, menos de seis años después de haber comenzado la aventura, el australiano solicitó asilo político al presidente de Ecuador y desde entonces permanece en un fantasmagórico retiro al interior de la embajada ecuatoriana, en Londres.

Finalmente, por mencionar sólo tres ejemplos de la fidelidad con la que WikiLeaks representó nuestros tiempos, tenemos la hiperconectividad. Los orígenes de esta iniciativa se gestaron a través de chats entre inquietos ciberjóvenes, ubicados a miles de kilómetros entre sí. La posibilidad de acceder a los registros confidenciales de corporaciones y gobiernos también nos remite a esta hiperconexión de sistemas y archivos, y lo mismo el hecho de que las principales 'fuentes' de los documentos muy probablemente ni siquiera conocen en persona a los operadores de la plataforma.  

We Steal Secrets: The Story of WikiLeaks

Hace seis meses se estrenó un documental, por cierto muy bien producido, sobre la historia de WikiLeaks. En él se narran los épicos comienzos del proyecto, luego la explosión de fama y poder, los conflictos al interior que eventualmente surgieron, la paranoia, y finalmente la 'debacle'. Llaman la atención las entrevistas que incluye, pues imaginamos que conseguir, por ejemplo, que Michael Hayden, ex director de la CIA y la NSA, hable sobre un tema sensible frente a una cámara no debe ser cosa fácil –incluso se presta a especulaciones sobre la verdadera agenda del documental.

WikiLeaks hoy

Luego de un breve paso por el rockstarismo mundial, y tras refugiarse en la embajada de Ecuador, gradualmente se fue diluyendo la figura de Assange en los medios, y con ello del propio WikiLeaks. Si bien se recuperó el histórico dominio, Wikileaks.org, que en diversos intervalos permaneció 'cerrado', y a pesar de que sigue en función –recordemos que en abril de este año se hicieron públicos más de un millón y medio de cables confidenciales–, por alguna razón la iniciativa dejó de ser noticia (o al menos recibió una mínima porción de la atención mediática de la que alguna vez gozó. A la fecha se puede comprobar que cada dos o tres meses se han liberado nuevos paquetes de información confidencial, siendo el último de ellos relacionado al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica, la iniciativa multilateral que busca establecer un modelo para frenar el intercambio libre de contenidos en la Red.

Pero a escasos seis años de haber nacido, lo cierto es que hoy la mente colectiva aún no termina de digerir lo que sucedió con WikiLeaks. Algunos acusan su poca trascendencia, otros enfatizan los errores de su líder, y algunas promesas de filtración se quedaron en el aire (como el paquete con datos de poderosos clientes de bancos suizos que en 2011 se anunció). Assange se ha mantenido al margen y Bradley Manning sigue preso enfrentando un proceso penal militar.

Pero ¿qué demonios ha pasado con WikiLeaks? ¿Renacerá algún día o nos tendremos que contentar con las lecciones que este caso histórico nos dejó –y a las cuales tal vez aún no podemos acceder?