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La alegórica decadencia de la propaganda electoral: los candidatos como quimeras

Por: Javier Barros Del Villar - 10/21/2013

Cada periodo electoral, ciudadanos alrededor del mundo padecen una misma plaga visual: la nefasta propaganda que los candidatos despliegan en el espacio público.

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Como si la ciudad fuese un niño que cíclicamente se ve inmerso en pesadillescas alucinaciones, cada periodo electoral los candidatos invaden las calles de las respectivas urbes donde radican sus potenciales electores, para promoverse con patéticas fórmulas propagandísticas: carteles de plástico que incluyen ridículas fotos de sí mismos, con slogans gastados que torpemente sintetizan las promesas electorales de un aspirante.

Con frases como “Acción responsable”, “Así, sí gana la gente”, o “Seguridad primero”, los partidos se regocijan en los llanos de todavía insípidas democracias, al tiempo que aspiran a convencer a una sociedad completamente desmoralizada por décadas de frustración frente al desempeño de sus gobernantes.

Más allá de juzgar el despliegue visual que implican las campañas, un fenómeno que resulta fascinante es la transformación que sufren las fotografías de los candidatos, al entrar apenas en contacto con el entorno “natural”.

Basta un par de días para que estas imágenes, como si mostrarán una ineludible tendencia a la auto-confesión, comienzan a tomar aspectos verdaderamente monstruosos que parecen develar las verdaderas intenciones de estos siempre sonrientes y bien peinados sujetos. Resulta en una metáfora significativamente reveladora, el hecho de que al exponerse al entorno, el mismo al que aspiran gobernar, este cause estragos en sus imágenes –de hecho, tal vez haya un macabro simbolismo implícito en este fenómeno.

Así, los habitantes nos encontramos con un molesto mantra visual, empapado de seres que denotan grotescas texturas y amenazantes malformaciones. Y lo anterior se torna aún más lúgubre, si tomamos en cuenta que estas personas definirán, en buena medida, el rumbo de un país durante los próximos años: si, la democracia como una película de terror psico-visual.

De manera complementaria, no podemos evitar mencionar el notable desperdicio de material (plástico, tinta, papel, alambre) que ocurre durante esta dinámica. Y generalmente, frente a este basurero cíclico, la obligación moral de las decenas de prometedores candidatos peca uniformemente de ausencia: la escueta reglamentación que limita el volumen de propaganda, o que obliga a que se retire dentro de un periodo ‘razonable’, casi siempre es ignorada. 

Por cierto, recién un grupo ciudadano ha impulsado en México la petición de que se limiten los espacios que los partidos políticos pueden impregnar con propaganda electoral. Si vives en este país, y padeces este fenómeno, es buen momento para unir esfuerzos. Consulta aquí la iniciativa. 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis