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Esta es una de las primeras habitaciones hecha con impresoras 3-D, la tecnología en boga; es seguramente la más hermosa realizada hasta la fecha, evocando un templo barroco que en su simetría parece estar compuesta por una geometría fractal. Nos recuerda también un altar en una cueva que envuelve con sus paredes orgánicas.

La habitación es obra de los arquitetcos  Michael Hansmeyer y Benjamin Dillenburger y fue diseñada con algoritmos computacionales  que comprenden más de 260 millones de superficies en un área de 16 metros cuadrados. En vez de utilizar plástico (como suele hacerse para imprimir en 3D) se utilizó arena, lo cual le da una dimensión añadida. La obra es titulada "Digital Grotesque" que juega con la combinación entre lo orgánico y lo sintético, entre un templo artificial y la naturaleza, entre lo sublime y lo pesadillesco. El diseño tomó más de un año en completarse.

 

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