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A pesar de su corta edad, la obra de Karla Read (1989) nos transmite ya ciertas lecciones estéticas sobre la nostalgia

 

A pesar de su corta edad, la obra de Karla Read (1989) nos transmite ya lecciones sobre nostalgia. Sus retratos, que hacen desfilar a jóvenes floreciendo en fantasmagórica dulzura, abordan en particular uno de los aspectos más intrigantes de este estado de ánimo: la sensualidad. 

Y es que el culto a los ecos, a la memoria de algo que alguna vez fue, puede ser, quizá como parte de una naturaleza paradójica, algo francamente sensual. El embrujo de la memoria, la estética de la tristeza, el recuerdo sentido de algo que tal vez aún no acontece, son solo algunas de las emotivas proyecciones que pueden provocarnos fácilmente imágenes como las de Read.

“Lo que principalmente me inspira es aquello que deseo ser. Aquellas cosas que extraño, mi niñez, mis sentimientos. Soy una persona verdaderamente introvertida, así que la fotografía es como mi otro yo, si es que esto tiene sentido alguno. Me ayuda a equilibrar las cosas.” Explica la fotógrafa nacida en República Dominicana, y quien hace pocos años se mudó a Buenos Aires para profesionalizar su gusto por la fotografía.

Incorporando un sutil velo a sus imágenes, una especie de catalizador transtemporal o transanímico, Read se desmarca de ese gastado trend fotográfico estilo Vice o American Apparel, sobre el cual desfilan niñas lindas, hip, con poses atrevidas y un fashion predecible, sobre fondos garage y una actitud de eterno after-party. 

En lo personal me resulta emocionante cada vez que encuentro pulsos juveniles de creatividad, que no solo me remiten a talento, también a honestidad y pasión. Tal es el caso de Karla, quien además proyecta, desde mi perspectiva, uno de las frecuencias emocionales más seductoras: recordemos que la nostalgia también podría definirse como el arte de acariciar la ausencia.

Twitter del autor: @ParadoxeParadis

 

* Promesas creativas es una serie dedicada a aquellos artistas emergentes que, en ocasiones por su fresca irreverencia y en otras por su puntual sensibilidad –aunque siempre con floreciente talento como hilo conductor–, amenazan con romper el himen que protege a los artistas consagrados, para posicionarse entre los mejores exponentes de la creatividad.

** Artículo originalmente publicado en Trendsenter