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¿Cómo puede modificar una agencia de RP la opinión pública de Estados Unidos sobre Rusia?

Por: Luis Alberto Hara - 09/23/2013

La administración de la opinión pública parece ser la nueva etapa en la ingeniería de la política, en una era que cree haber rebasado la necesidad de ideologías.

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El primer mandatario ruso, Vladimir Putin, publicó un editorial firmado en el New York Times del 11 de septiembre pasado, una fecha marcada sombríamente en el imaginario estadunidense, donde Putin respondía al discurso que el presidente Obama dio el martes anterior. En una retórica impecable, Putin cerró su comunicado de esta forma: 

Mi relación personal y de trabajo con el presidente Obama está marcada por una confianza creciente. Aprecio esto. Estudié cuidadosamente su mensaje del martes a la nación. Y más bien estaría en desacuerdo sobre el argumento a favor del Excepcionalismo Estadunidense, afirmando que la política de los Estados Unidos es "lo que hace a Estados Unidos diferente. Lo que nos hace excepcionales." Es extremadamente peligroso alentar a la gente a verse a sí mismos como excepcionales, no importa por qué motivo. Hay países grandes y países pequeños, ricos y pobres, unos con largas tradiciones democráticas y otros aún tratando de hallar su camino hacia la democracia. Sus políticas difieren, también. Todas son diferentes, pero cuando pedimos las bendiciones del Señor, no debemos olvidar que Dios nos hizo a todos iguales.

Pero aunque la carta cayó como una bomba en las cúpulas de poder de Washington (un congresista inclusó afirmó haber "vomitado"), detrás de las declaraciones de Putin está una compañía privada encargada de hacer de intermediario entre los gobiernos rusos y el público estadunidense: Ketchum, el gigante de las relaciones públicas.

Una vocera de Ketchum confirmó hace unos días que su compañía solamente había mandado la colaboración de Putin al New York Times "para ser considerada" por sus editores; pero al menos desde 1996, Ketchum ha colocado piezas y artículos de opinión en medios de comunicación de Estados unidos; entre 2004 y 2005 incluso la oficina contable del gobierno los acusó de "propagandismo encubierto". ¿Pero puede una compañía de relaciones públicas incidir a tal grado en la política de otro país?

En 2004, Ketchum produjo una serie de notas y artículos de opinión donde utilizaba actores haciéndose pasar por periodistas que elogiaban a Medicare, el programa de cobertura médica de la administración Bush; la misma estrategia se utilizó en 2005 para la ley No Child Left Behind, y desde 2010 Ketchum trabaja con la administración Obama. 

Según la organización de acceso a la información ProPublica, Ketchum tiene en estos momentos un contrato con el gobierno ruso para promover la imagen del país como "un lugar favorable para la inversión extranjera", por lo que los rusos han pagado unos $23 millones de dólares, así como un contrato por $17 millones para administrar las relaciones públicas de Gazprom, la compañía gasera del estado.

Lo que debemos preguntarnos es de qué manera se construye la política como simulación y espectáculo: mientras la opinión pública se debate entre las intrigas políticas, la política entendida como el acuerdo y la persuasión en las decisiones del poder, es administrada efectivamente por la opinión pública, y la figura del consultor político sustituye poco a poco la del político profesional. Tal vez esta historia sea un elocuente resumen de la política en una era que se pretende postideológica: la política como creación y administración de la opinión pública.