*

El neurólogo Sacks, llevado de la mano de la curiosidad, ha conducido una serie de auto-experimentos con las drogas gracias a los cuales puede empatizar con sus pacientes.

hallucinations_rect

Cada tema de los que escribe Sacks parece comenzar con una curiosidad acerca de nuestras experiencias sensoriales, y centrarse en el proceso orgánico de nuestros cerebros. Y su curiosidad ha ido tan lejos que lo ha llevado a experimentar con drogas para comprender a sus pacientes; para tener una empatía con las alucinaciones de los que sufren de migraña, por ejemplo, o con los sueños febriles de los esquizofrénicos.

Su deseo de llevar a cabo auto-experimentos estallaron cuanto tenía treinta años, cuando, junto muchos otros impulsos de curiosidad, se se dio cuenta de que nunca había visto el color índigo.

“Un sábado soleado en 1964 desarrollé un trampolín farmacológico que consistía de una base de anfetamina (para excitación general), LSD (para intensidad alucinógena) y un toque de cannabis (para añadir un poco de delirio). Alrededor de veinte minutos después de tomar esto, me pare frente a una pared blanca y exclamé: “Quiero ver índigo ahora; ¡ahora!””

El resultado de este experimento, junto con muchos otros de la índole, aparece en su libro Alucinaciones. También aquí hay un video en el que Oliver Sacks habla de lo que las drogas le han enseñado acerca del cerebro (en inglés). Sobre esto el autor apunta que las anfetaminas, al contrario de los psicotrópicos, se conectan directamente con el sistema de recompensa del cerebro. “Una buena dosis de anfetamina te da un placer casi orgásmico, pero sin contenido. La anfetamina no nos enseña nada más que a desear más placer, al igual que las ratas del laboratorio conectadas con un electrodo al centro de placer de su cerebro”.

Gracias a estos experimentos auto inducidos, Sacks es uno de los neurólogos más eruditos y fascinantes de la actualidad. Y seguramente el más empático con las alucinaciones geométricas y atemporales que sus pacientes sufren.  

[Open Culture]