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Alcalde en Texas renuncia a su promisoria carrera política por su amor hacia inmigrante mexicano

Por: Luis Alberto Hara - 05/03/2013

Ante un futuro brillante en la política texana o vivir su homosexualidad abiertamente, J.W. Lown, el carismático ex alcalde de San Angelo, Texas, eligió esta última; ahora reside en San Miguel de Allende en compañía de su pareja.

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Las narrativas en torno al amor ―las que la literatura, el cine, la sociedad misma y en general cualquier relato en torno a esta emoción o estado del espíritu― otorgan un valor especial a ese momento en el cual el amante tiene que tomar una decisión vital, irrevocable, en aras de su relación amorosa, para preservarla e impedir que muera, casi siempre en un momento que, se adivina, ya jamás se repetirá, uno en el que se debe decidir por encima de otras circunstancias: la fama, el dinero, el poder, tentaciones mundanas cuyo único propósito de existencia parece ser alejarnos (d)el amor.

Se trata, por supuesto, de una visión sumamente romántica del “marinero niño alado”, según llamó Góngora a Cupido, que, pese a todo, a veces se presenta.

En esa encrucijada se encontró hace algunos años J.W. Lown, alcalde de San Angelo, Texas, que por su carisma y su trabajo se ganó la confianza de los votantes, quienes en 2009 lo eligieron para un cuarto periodo al frente de la alcaldía con un 90% de votos favorables.

El panorama era promisorio, pues con semejantes antecedentes, el ámbito de la política parecía provechoso para Lown. Sin embargo, íntimamente sostenía un conflicto. El futuro brillante contrastaba con las sombras en las que creía ocultar su homosexualidad, “uno de los secretos peor guardados de San Angelo”.

“Cuando tienes 33 años y sigues acompañando a tu hermana a cualquier actividad social, la gente empieza a pensar cosas”, declaró Lown recientemente a la agencia AP, ahora que decidió hacer pública su preferencia sexual. Antes la negó por razones públicas: sus asesores le aseguraban que, de confesarla, su carrera política terminaría en ese mismo momento.

Y por si esto no fuera poco, el alcalde sostenía una relación furtiva con un inmigrante mexicano a quien conoció en la Universidad Estatal de San Angelo, un joven aventajado en sus clases pero, a fin de cuentas, indocumentado. La confesión de su homosexualidad también significaba la confesión del delito de proteger a un inmigrante ilegal.

Lown tuvo entonces ante sí dos posibilidades: o continuar su carrera exitosa en la política texana, pero sacrificando los satisfactores de su vida sentimental o, por otro lado, dar la espalda al reconocimiento público y conformarse con una vida personal redondeada por la compañía del ser amado.

“Puse mis cosas en el auto, enfilé hacia la frontera y no volví a mirar atrás. Igual que [en] Thelma y Louise”, dice Lown, aludiendo a la película dirigida en 1991 por Ridley Scott.

Ahora el ex alcalde vive en San Miguel de Allende, Guanajuato (una entidad del centro de México), con su pareja. Quizá el político hubiera permanecido en su país si la legislación otorgara derechos de residencia a las parejas homosexuales, pero no sucede así.

“Duele pensar en todo esto. Tuve que dejar mi familia, ocho años de esfuerzo para construir una reputación estelar en la comunidad. Espero que el país haya evolucionado lo suficiente como para que podamos hablar de esto”, dijo Lown.

[Proceso]