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Los conejos de pascua más perturbadores (imágenes para una improbable historia del trauma infantil)

Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 04/01/2013

Una selección de imágenes que nos llevan por las sombrías regiones del trauma infantil.

La Pascua es una temporada altamente significativa dentro del calendario judeocristiano que, en el caso específico del cristianismo, recuerda los eventos que a la postre se convirtieron en el fundamento de su existencia: la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Sin embargo, como usualmente sucede con las creencias religiosas, estas no existen nunca en un estado puro, siempre se les encuentra fundidas con sedimentos ideológicos anteriores que, entre otros efectos, facilita su difusión y su apropiación entre personas y sociedades que antes no creían en eso. Este es el conocido sincretismo que, como una suerte de denominador común, recorre todas las confesiones religiosas —y también otras expresiones del pensamiento.

En este cruce desataca la figura del conejo y los huevos de pascua, probablemente los dos elementos más extraños de la simbología pascual, que, al menos de inicio, manifiestan poca o ninguna asociación evidente con otros significados sacros.

Su origen no es del todo claro, sobre todo porque al parecer este se remonta a la oscuridad medieval europea, esa zona sombría donde la doctrina de la iglesia intimó con las tradiciones mal llamadas paganas y bárbaras de los pueblos que sobrevivieron al colapso del imperio romano. Ahí, en un pantano confuso de ideas cristianas, cátaras y de otras tradiciones tanto o más herméticas, nació la idea de que la liebre era un ser hermafrodita que podía procrear sin perder la virginidad, rasgo por el cual se convirtió de inmediato en metáfora de la Virgen María.

En cuanto a los huevos, al parecer se les toma como símbolo de la tumba vacía de Jesús, de ahí su presencia en el “Domingo de Resurrección”, pero tampoco se sabe con certeza dónde nació este vínculo.

Sin embargo, en un mundo despojado del aura sagrada, todos estos antecedentes terminan convertidos en las imágenes que compartimos, retratos que van de lo horrífico a lo espeluznante y lo ridículo, el trauma infantil personificado en un disfraz deforme de pelambre sintético y proporciones desmesuradas.

Imágenes vía Happy Place