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Los dos grandes cineastas compartieron además de una amistad un momento de magia metafísica que describe la unidad indivisible.

 

deserto
A Sandro le gustaban los barcos. Su papá siempre estaba de viaje, pero cuando regresaba a casa siempre le traía modelos de barcos, galeones, bergantines, catamaranes, cruceros, barcos industriales, y otras naves. Sandro quería ser ingeniero y diseñar barcos que cruzaran el desierto azul. Pero Sandro sabía un secreto y él no iba a hacer barcos para sumar petróleo. Un día Sandro estaba haciendo la tarea y a la vez ensoñando.

Sandro le dice a su mamá, la hermosa Monica Vitti:

-Mamá, mamá, ¿cuánto es 1+1?

-Ecco Sandro, son 2…

Sandro tenía un frasco de pintura azul en la mano. Coloca una gota de pintura acuosa en una lengüeta de cristal:

-Pero Mamá aaa, mira...

Sandro coloca otra gota encima de la gota azul que ya estaba en el cristal y se hace un único charco translúcido, sólo que más grande.

-Ya viste, mamá, 1+1 es 1…

("Desierto Rojo", Michelangelo Antonioni, 1964)

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En "Nostalgia" (1983), la penúltima película de Tarkovsky, filmada en Italia, el nostálgico e impenetrable protagonista deambula por una casa derruida, como la mente llena de recuerdos y fantasmas. En una de las piezas de ese laberinto de barro hay un pizarrón abandonado, donde, con un gis blanco, desvaído, de hace mil años, está escrito 1+1=1.

Como si fuera la conclusión al final del curso. Es sólo un momento en que la cámara atraviesa esa habitación, pero podría ser la eternidad.

Es difícil encontrar un solo momento que signifique la totalidad de una vida o una obra, pero tal vez en eso dos guiños --de dos grandes amigos-- en la inocente suma de Sandro y en el recuerdo onírico de Tarkovsky, están unidas las razones por las cuales ambos directores hicieron cine , inclinándose siempre a la poesía -espíritu del silencio.

Twitter del autor:@alepholo