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Como si se tratase de un moderno Thoreau, Christopher Knight vivió durante 27 años solo y con lo mínimo indispensable en la zona silvana de Maine, al norte de Estados Unidos, hasta que la policía lo arrestó por los casi 40 robos anuales que cometió durante su "vida en el bosque".

Chris Knight

La fantasía del aislamiento es una de las más recurrentes en el imaginario del hombre moderno. El estilo de vida que paulatinamente fue generándose e imponiéndose a partir del siglo XV tiene como uno de sus rasgos distintivos la exclusión, una fuerza centrífuga que empuja hacia las orillas a quienes no comulgan absolutamente con dicho modus vivendi. Solo que esa es la trampa: que no existen quien comulgue absolutamente, de ahí que, en cierto momento, cualquier persona sienta la necesidad de huir hacia una región donde no exista otra regla más que el propio albedrío del individuo. El Wakefield de Nathaniel Hawthorne es, posiblemente, uno de las expresiones más ingeniosas de este deseo; el Walden de Henry David Thoreau, una de las más emotivas.

Sobre esto, recientemente se dio a conocer el caso de Christopher Knight, un hombre de 47 años que lleva 27 viviendo en los bosques de Maine (en el norte de Estados Unidos, en la frontera con Canadá; los mismos, por cierto, que también frecuentó Thoreau) sobreviviendo con nada más que una tienda de campaña, unos pocos enseres domésticos y un millar de robos menores con los que se ha provisto durante este tiempo de los insumos que necesita en el día a día (ropa, comida, cerveza, etc.).

El hombre, al parecer, vive completamente solo, con escasísimo contacto con sus semejantes (al parecer la última vez que habló con una persona fue a mediados delos 90). Al parecer en algún momento de su infancia o de su juventud leyó con agrado Robinson Crusoe y pensó en ser programador, sin que una y otra cosa estuvieran conectadas (o sí). Si ahora su historia, y él con ella, salieron a la luz pública, fue porque la policía local lo arrestó por sus delitos, por sus 27 años de delitos, esto a pesar de que en la región sus robos eran más o menos tolerados al grado de que se formó la leyenda del “Ermitaño de North Pond”. Por los delitos cometidos Knight se ha hecho acreedor a una multa de 5 mil dólares en efectivo.

En cuanto a la razones que lo llevaron a “la vida en los bosques”, Knight parece no conocerlas. “Dice que frecuentemente se hace la misma pregunta”, declaró al respecto Diane Perkins-Vance, de la policía local.

La vida del hombre, por otro lado, era una curiosa mezcla de austeridad y civilización, pues si bien es cierto que disponía de lo mínimo para vivir, se servía de numerosos instrumentos del desarrollo tecnológico humano. Recipientes plásticos, una estufa de gas propano y algunas herramientas más que obtuvo robando. Por esta misma razón, por ejemplo, desistió de cazar o de pescar, tareas que encontró más bien difíciles e imprácticas. Caso contrario, por ejemplo, al de Ferdinand Ossendwoski, el misterioso diplomático polaco que por razones políticas tuvo que huir de Rusia en condiciones más bien paupérrimas hasta llegar a India y el Tibet, donde, por cierto, conoció la leyenda de la Agartha y el Rey del Mundo; según cuenta en su relato, Ossendwoski no tuvo ningún reparo en cazar y hacerse así de sus alimentos.

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Sin duda ahora la pregunta es por el destino de Knight, si acaso será forzado, según la dinámica de este sistema, a regresar al mundo, a normalizarse, a ser de nuevo “fantasma con un número / a perpetua cadena condenado”.

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[Morning Sentinel]