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El mito de la orden de los Asesinos y su legendario fundador, Hassan i Sabbah, aparece y reaparece en el devenir cultural de la humanidad, de Burroughs y Hakim Bey a populares e inquietantes videojuegos, recordándonos que, posiblemente, sea verdad que "nada existe y todo está permitido".

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Imagen del documento por el que Hasan-i Sabbah adquirió la fortaleza de Alamut a un tal Mahdi por 3 mil dinares de oro, según la versión de Ata-Malik Juwayni, historiador en la corte de Helagu Khan (The Institute of Ismaili Studies)

Una de las teorías más comunes supone que "Nada es verdad, todo está permitido" es el producto alquímico de un cut-up, esa técnica artística y revolucionaria creada por Byron Gysin. De hecho, Hassan i Sabbah aparece en la obra del pintor antes que en la de la William Burroughs, la otra parte de la Tercera Mente. "Nada es verdad, todo está permitido". Fue un beatnik no muy conocido, escritor, quien hizo a Gysin conocer a Burroughs a Hassan i Sabbah, el Viejo de la Montaña.

Hassan es uno de los personajes principales de la Trilogía de las Ciudades de la Noche Roja, algo así como el Finnegan’s Wake del escritor de Yonqui y El Almuerzo Desnudo, pero muchos años antes, a principios de los sesenta, el escritor escribió "Las últimas palabras de Hassan i Sabbah", un hermoso poema que denuncia la burocracia, el asesinato y las instituciones y nos pide que recordemos que de nada sirven las palabras en el espacio exterior. Un par de años más tarde, en los puntos más lejanos de sus exploraciones literarias, escribió Expreso Nova, donde "Nada es verdad, todo es permitido" hace su aparición triunfal en la cultura ultramoderna. Pero no son ni la aleatoriedad del método ni los caprichos de una deidad que guarda una cantidad infinita de recortes en cuadernos llenos de polvo los autores de la frase.

El hecho de que tanto la palabra "asesino" como "hashis" deriven de una pequeña secta musulmana que vivía en lo alto de una gran montaña tiene profundas consecuencias en el inconsciente colectivo. Las bibliotecas de los asesinos fueron destruidas, los primeros registros conocidos son de sus enemigos y no hay dos investigadores que se puedan poner de acuerdo. Hassan i Sabbah está rodeado por mitos —él mismo lo es, y saber la verdad detrás del mito no es tan importante como respirar el mito, tocarlo y sentir su textura.

Marco Polo, quien visitó Irán más de cien años después de la caída de Alamut, fue el primero en describir el jardín de las delicias, donde se embriagaban a los asesinos (Robert Anton Wilson explica detalladamente en Prometheus Rising el procedimiento minucioso con el que los asesinos eran introducidos en el jardín y las experiencias que estos tenían allí); pero la visión académica oficial post 9 de septiembre es unánime: Hassan i Sabbah y sus seguidores son la versión medieval de los terroristas de Al Quaeda.

Hassan i Sabbah no tenía problemas en defender su territorio del modo que fuera necesario. Con escasos recursos (en comparación con los de sus enemigos) y con todavía menos hombres, los hashashin, quienes en Alamut no podían ni siquiera escuchar música porque violarían preceptos religiosos, solían ejecutar alguna que otra misión a menudo suicida (en este punto los que no están de acuerdo son los ismaelitas, quienes sacan libros de la arena y encuentran entre los cactus, los insectos y las serpientes miles de explicaciones y datos que apuntan a que Hassan i Sabbah fue nada más y nada menos que un santo).

"Nada es verdad, todo está permitido". Estas palabras, que se repiten una y otra vez en el Assassin's Creed no son otra cosa que las últimas palabras de Hassan i Sabbah, de acuerdo a Betty Bouthoul y una investigación realizada a principios del siglo pasado. Y es el mismísimo Friedrich Nietzsche quien dice "Nada es verdad, todo está permitido" en Así Hablaba Zarathustra y el mismo que en La Genealogía de la Moral dice:

Cuando los cristianos se toparon en Oriente con aquella invencible orden de los hassasin o asesinos, aquella orden de espíritus libres par excellence, cuyos grados inferiores vivían en una obediencia que ninguna orden monástica ha alcanzado, obtuvieron por algún camino también un indicio de aquel símbolo y contraseña que estaba reservado a los grados superiores como su secretum: ... Sí, esto sí que era libertad de espíritu, con ello le quedaba retirada la fe a la verdad misma.

Hakim Bey conoció a Hassan i Sabbah más tarde que Burroughs pero se convirtió a su vez en una de las principales influencias en el redespertar en la década del 80 de los dos viejos, el de la Montaña y el de la heroína, las palabras y el espacio exterior. Hakim Bey compara a los asesinos con los piratas (ambos con una visión popular negativa, siempre y cuando el pirata no sea ni Errol Flynn ni Johny Depp, claro) y pone a Alamut como un prototipo de TAZ, una zona temporalmente autónoma y a los asesinos como revolucionarios y espíritus libres no sólo adelantados a su época sino fuera de toda época, un nodo de eternidad y libertad en el medio de la montaña.

Esta idea está presente en cada capítulo de la Trilogía de las Luces Rojas, en que piratas viajan en el tiempo y se encuentran con los asesinos en una nueva edición de la lucha inexistente, eterna y simultánea entre dos tipos de fuerzas antagónicas a las que les pueden poner los nombres que les parezcan más simpáticos. El último libro de la trilogía, llamado The Western Lands, en el que Hassan i Sabbah es un personaje más, fue publicado en el año 1987. Como en los otros dos libros, uno de los temas principales es los viajes en el tiempo.

En 1938 Vladimir Bartol, italiano pero en realidad esloveno, escribió un libro sobre Hassan i Sabbah titulado Alamut, "Nido de águilas", el nombre de la fortaleza en la que nada era verdad y todo estaba permitido. La novela pasó sin pena ni gloria debido a que era una crítica a los estados autoritarios y fascistas (curiosamente, quien para algunos es uno de los mayores mitos libertarios es para otro habitué de los mismos bares que Hitler, Mussolini y Stalin). Con el paso del tiempo, la novela fue cobrando mayor reconocimiento; eventualmente, pasaría a ser una de las principales influencias del Assassin's Creed, juego en que nada es verdad, todo está permitido y los asesinos vuelven a ser "los buenos" frente a los Templarios (también curiosamente no son pocos los estudios realizados sobre la influencia directa de los hashashin sobre los templarios y una probable relación más que estrecha entre ambos).

Assassin's Creed plantea desde el comienzo una historia relacionada con los viajes en el tiempo: la máquina Ánimus y la memoria genética son después de todo una versión del siglo XXI de la máquina del tiempo de Wells, con la excepción de que aparentemente la memoria sólo conduce a sus ancestros, dando por hecho que el tiempo fluye de una determinada y única manera, como si no fuera verdad eso de que "nada es verdad y todo está permitido".

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En el año 1988, un año después de la publicación de The Western Lands, la empresa japonesa Telenet Japan publicó una serie de videojuegos controvertida y peculiar para la época: Exile. En la misma línea del Zelda, en los años anteriores a la Edad de Oro de las consolas, años en los que Nintendo creó una mitología colorida y con soundtracks en 8 bits, el personaje principal de aquel es Sadler, un miembro de los asesinos que viaja al pasado para buscar unicornios en la Torre de Babel y cuya primera aventura termina en un viaje al siglo XX en el que debe quitar la vida a los presidentes de Estados Unidos y la Unión Soviética.

La segunda historia tiene a Sadler junto al líder de los Templarios, más tarde hace un ritual masónico y debe asesinar a deidades budistas, para terminar en Manhattan luchando contra skaters y zombies. Una de las tantas peculiaridades de Exile es que en lugar de las ingenuas pociones de colores, Sadler toma a lo largo de su camino, para restablecer su salud y aumentar su poder, marihuana, hashish, LSD y peyote, además de cocaína y algunos opiáceos. Nada es verdad, todo está permitido.

De Nietzsche a Bartol y de Burroughs al Assassin's Creed, la historia de Alamut es la historia de un mito, o un mito de la historia, un mito sobre la libertad y sobre violencia y la ausencia de libertad y violencia. Es un mito colorido, uno de los mitos favoritos de la contracultura y que a pesar de las diferencias y de los vacíos mantiene su coherencia y ciertos rasgos que se quedan siempre sobrevolando alrededor de la montaña, algunos más jóvenes que otros: bien como un cóndor esperando un almuerzo o como uno de esos pájaros que quitan las pulgas a mamíferos de gran tamaño y poca habilidad para quitarse los bichos.

Twitter del autor: @ferostabio