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¿El sistema educativo odia la digitalización per se? Pablo Doberti, de UNO Internacional, nos comparte una reflexión al respecto.

educacion¡Se habla tanto de lo digital en la escuela! Que la Khan Academy, que la inclusión social, que la conectividad, que las apps, que Corea, que las redes socieles cerradas, que los tablets, que la pedagogía y que los maestros y que los alumnos y que PISA y que lo de más allá. 

Tanto que se habla y tan poco que se hace, ¿verdad? ¿Será que lo uno es determinante de lo otro? Creo que sí. 

Hablar muchas veces obtura el hacer. Discutir, ponderar, predicar, evaluar, especular, reflexionar, probar, analizar y sopesar en general, que son buenos verbos para el sentido común, caros a la democracia y a la ciencia y adictivos en el mundo académico, tal vez ahora nos estén jugando la mala pasada; nos están confundiendo. 

Facebook discutió poco y se impuso mucho. Esa es la inversión digital. Recién ahora que Facebook es la de los mil millones empieza el debate social sobre Facebook. Pero antes que el debate, vino la acción arrasadora, que podemos llamar también el tsunami digital. Lo mismo que con Google, lo mismo que con Amazon y Wikileaks y Firefox y Wikipedia y Mercado Libre: antes de discutir el sentido y el valor de cada uno y las prácticas sociales esenciales que cada quien redefine, ellos fueron al frente, se impusieron y capturaron esa “necesidad social oculta” que los hizo explotar hasta niveles planetarios y a valores inauditos. 

Y ahora sí los discutimos, y está bien; y ellos ahora también se discuten a sí mismos. Pero recién ahora, es decir, después. No presencié ni me enteré del debate previsor sobre si Wikipedia es buena o no para la sociedad del siglo XXI. Buena, regular o mala, es ahora, sobre hechos consumados, que discutimos Wikipedia, la ponderamos, predicamos, especulamos y demás… 

El sistema educativo hace al revés, es decir, no hace. Hace como que hace y no hace. Y empieza por discutir y debatir. Y con eso se arriesga hasta lo indecible y no se da cuenta. Debate todo el tiempo qué pasaría si hiciera… a puertas cerradas, endógenamente. El tsunami digital ya está ahí, ya pasó –incluso- y nos dejó lo que nos dejó. Pero los maestros todavía discutimos si habrá tsunami y, sobre todo, si  será útil, conveniente, necesario, potenciador, adecuado, pertinente, eficiente e integrado con los modelos pedagógicos, institucionales y operacionales de los sistemas educativos imperantes. Como si así fueran los órdenes; como si tuviéramos esa posibilidad. Llevamos un delay conceptual inaudito. 

Olvidamos las inversiones; olvidamos que así no son las cosas. ¡Debemos salvarnos! 

Porque la densa atmósfera digital que nos envuelve, que trae de lo bueno y de lo otro y que nos redefine, presiona y presiona los vidrios de las ventanas del sistema educativo. Ya tocó educadamente la puerta mil y una veces y no abrimos. Lo queramos o no, el virus digital nos tomó los recreos, los baños, los parques, las casas, los celulares, las calles, los espacios debajo de los pupitres y de las faldas y las últimas filas del salón. Sin embargo, nosotros seguimos con que a ver, con que cuándo, que cómo, que en qué proporción, en qué momento, bajo qué conducción y con qué software, y así… 

O nos enteramos o seremos arrasados, si ya no lo hemos sido. Manejamos falsas opciones; ponderamos escenarios caídos. 

En definitiva, el debate digital en educación no es que si nos digitalizamos o no, es cómo y en qué sentido lo hacemos, pero sobre la ola misma. La escuela, que todo quiere regularlo, no regula estas olas; la escuela –en todo caso- tiene la oportunidad de conducir su tabla de surf. A la escuela, que nada sabe de aquello de dejarse llevar, de trabajar con la fuerza ajena, le toca aprender a toda velocidad; redefinirse, vamos a decir. Conviene recordar que la escuela es una institución humana, no una instancia divina. No estamos discutiendo (por amor de Dios!) si hay o habrá olas digitales, sino cómo las surfeamos. Es otro debate. Debemos invertir nuestra posición y recolocar nuestras expectativas. Porque si no, si no discutimos cómo surfearlas y sobre todo si no aprendemos a surfear, las mismas olas digitales que podrían impulsarnos nos pasarán por encima y podrán cargarse hasta las instituciones. 

La escuela tiene que entender que esta vez no controla ni manda. Eso es bueno para el sistema educativo? No sé, pero es. Y asumir que es, nos da la posibilidad de volverlo bueno para nosotros, los maestros y educadores. Twitter –por ejemplo-, que desborda de estupideces, sirvió también para derrocar al dictador. 

La escuela no sabe cómo gestionar lo que no controla y se asusta. Ella incluso cree -a veces- que está mandada a controlar. Pero en los ambientes digitales, ya no controla la interacción social, no controla ni monopoliza el saber, no maximiza el frente y la palabra magistral, no verticaliza los procesos políticos del aula y la institución, no sabe todo lo que pasa, no baja línea y no se acaba en sus paredes, sus cámaras y sus celadores. Y cuando la escuela no controla, no se reconoce; y cuando no se reconoce, pierde identidad y así va siendo… 

Estamos ante un fenómeno liminar. La escuela no escolarizará lo digital ni lo digital se avendrá. El duelo es más profundo y los pronósticos no refieren a quién ganará, sino directamente a cómo será el nuevo modelo. Inversiones profundas, como se ve; apelación firme a nuestra capacidad de reposición intelectual. 

Yo soy optimista. Lo soy porque estoy convencido de que la escuela que defendemos ya tiene pocas fortalezas (PISA me avala, inclusive) y lo soy también porque lo que se viene trae cosas que me interesan muchísimo para el aula y nuestros niños. Valga como ejemplo esa interacción compulsiva entre los usuarios que trae el entorno 2.0; y de ahí cómo éste empuja a la producción, a la coproducción, a la colaboración y demás; cómo todo encarna y se hace propio para cada quien. Aprendizaje significativo, que le llamábamos. 

Cuando titulaba INVERSIONES EN EDUCACIÓN lo hacía con total deliberación, así me leen. Pero los he defraudado, embaucado, traicionado; usé las expectativas más comunes para introducir mi mensaje. No hablé de dineros, ni de tasas, ni de PIBs y los traje a mi molino. Mis disculpas, pero en tiempos turbulentos y urgentes, necesitamos de estos trucos y de las provocaciones. Si no… 

Estas son las inversiones de las que quería hablar: invertir los órdenes de los procesos y lo debates y poner lo digital adelante, como dato, para entonces nosotros surfear encima y definir con arte, elegancia y armonía, aún en el riesgo, cómo lo hacemos y por dónde. No es una mala propuesta, ¿verdad? Positiva todo lo que tan mal cargado traemos hace tiempo en esto de la educación y la tecnología.

Twitter del autor: @dobertipablo