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Entre la literatura y la demografía, este infográfico resume la mortandad en las tragedias de Shakespeare, las muchas maneras en que los personajes de sus obras se enfrentan a ese destino último que, antes de arribar, recorre caprichosas circunstancias.

 

Macbeth tiene fama de ser la tragedia más cruenta de Shakespeare, un baño ininterrumpido de sangre que hacer ver las películas de, digamos, Tarantino, como un experimento estudiantil y timorato. “Gran máquina asesina”, llama el crítico Harold Bloom al protagonista homónimo de esta pieza que, trasladada al ámbito operístico por Verdi y Francesco Maria Piave, tiene también una de las arias más dolorosas del género, la célebre “O figli, o figli miei!” de Macduff cuando descubre a su esposa y sus hijos asesinados por orden de Macbeth.

Esto, de una u otra forma, se repite en todas las tragedias shakespereanas. En Macbeth la muerte es un instrumento, en Romeo y Julieta una fatalidad, en Hamlet el único recurso posible para disolver esa desmesura que significa la presencia del Príncipe de Dinamarca en el mundo. Pero más interesante aún es que en medio de esas grandes manifestaciones de la muerte, hay pequeñas o medianas expresiones que enriquecen todavía más su simbolismo: la muerte de Mercucio, la de Ofelia, la aparentemente secundaria de Julio César, etc.

Para evidenciar este gusto de Shakespeare por la muerte (o, en general, de la sensibilidad estética del periodo barroco), Caitlin S. Griffin (de la Shakespeare Library en Washington) y Cam Magee (profesor de teatro), elaboraron este irónico infográfico en el que se resumen dicho carnaval mortuorio, especificando tanto el personaje de la tragedia como la forma de su fallecimiento.

Por último, antes de compartir el infográfico, podríamos advertir sobre cierta “spoiler alert”, que quizá a algunos les importe para no ver arruinada la emoción de saber quién muere en una obra antes de leerla, pero quizá esto sea un tanto superfluo, pues una delas grandezas de Shakespeare, como la de muchos otros grandes escritores, es que importa menos el suceso en sí que la manera en que se desarrolla este, la paulatina y esa sí sorprendente concatenación de circunstancias que, en el fondo, es el verdadero motivo por la cual consideramos terrible o desoladora una resolución de ese tipo.

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