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¿Víctimas o criminales? Las mujeres de la guerra contra el narco en México (FOTOS)

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 01/27/2013

Una de las razones por las cuales la guerra es uno de los motivos predilectos de las disciplinas artísticas, ya desde tiempos remotos, es que esta hace emerger algunas de las características más esenciales de la naturaleza humana, rasgos que en “tiempos de paz”, si es que esto es posible, permanecen ocultos e ignorados. En estos casos la función del arte casi siempre ha sido rescatar ese cariz trascendente del momento crítico, dejar constancia de lo que, sea por mínimo o por ominoso, por aparentemente insignificante o terrible hasta la ignominia, queda en las márgenes de los grandes relatos históricos. Un poco en el sentido del famoso poema de Bertolt Brecht, Preguntas de un hombre que lee: “El joven Alejandro conquistó la India. ¿Él solo?”

En México, en años recientes ha ocurrido lo que no pocos analistas, activistas y otros voceros de la opinión pública denominan una “guerra”, en vista de que el conflicto armado nacido a la sombra del tráfico de drogas ilegales parece tener todos sus requisitos: decesos, un flujo incesante de armas de fuego, desplazados, refugiados, movilización del ejército nacional, etc.

Partiendo de esto, la fotógrafa estadounidense Katie Orlinsky realizó, entre 2007 y 2011, un estudio de las mujeres encarceladas como consecuencia de esta situación, en particular las que se encuentran en la prisión femenina de Ciudad Juárez, probablemente uno de los puntos más emblemáticos no solo de la circunstancia mexicana sino de las razones estructurales de las que esta localidad fronteriza es una expresión, un cruel reflejo.

Orlinsky, que vive en México desde 2006, ideó este proyecto al darse cuenta de que, contrario a lo que podría pensarse, esta es una guerra que ha convertido también a las mujeres en soldados y contrabandistas y cabecillas organizaciones criminales, elección de vida difícil de juzgar ―como se niega a hacerlo la propia fotógrafa― cuando se ponen en juego las condiciones del país, en donde la corrupción y la precariedad se combinan en una fuerza putrefacta que, en ciertas ocasiones, termina empujando al individuo a zonas cada vez más despiadadas de supervivencia.

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[The Atlantic]