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A raíz de una declaración radiofónica se difunde idea de que los aros de imitación calamar que se degustan con singular entusiasmo en los restaurantes de mariscos en realidad estén hechos de uno de los ingredientes más inesperados y sin embargo de olor y textura similar: el ano del cerdo.

Los aros de calamar son una de las botanas más populares de restaurantes, bares y otros sitios afines, donde se degustan con singular entusiasmo a sabiendas de que, en la mayoría de los casos, se trata de una “imitación”, calamar que no es calamar pero que se ofrece como tal. Solo que la pregunta obligada, cuando se descubre esto, es por la verdadera naturaleza del alimento que estamos consumiendo. Si no es calamar, ¿entonces qué es?

Hace poco, durante la emisión del 11 de enero de This American Life, un programa radiofónico sumamente popular en los Estados Unidos, Ben Calhoun, uno de los productores, aseguró que estos supuestos aros de calamar provienen en realidad del recto del puerco, agregando que este es uno de los mejores ejemplos de la llamada “blissful ignorance”, ese “mejor no saber” que nos permite, como en este caso, paladear placenteramente lo que de otra forma encontraríamos desagradable.

Sin embargo, esta declaración hubiera permanecido como algo anecdótico, material para la “leyenda urbana” —porque Calhoun no presentó ningún tipo de prueba— de no ser porque la dependencia encargada de la seguridad sanitaria en los alimentos que circulan en Estados Unidos, la Food Safety and Inspection Service (FSIS), fue requerida para determinar si esto es o no cierto.

La FSIS dijo no tener información al respecto, pero tampoco desaprobó la suposición, pues según Mark Wheeler, un funcionario de la dependencia, el ano del puerco, conocido menos prosaicamente como “intestinos de cerdo”, tiene, al hervirse, un olor y una textura similar a la del calamar.

Por otro lado Oceana, una organización en pro de la conservación del océano, elaboró un reporte acerca del fraude que se opera en el mercado de los mariscos, el cual puede ocurrir en casi cualquier eslabón de la cadena: el restaurantero, el distribuidor o el empacador.

El misterio, sin embargo, persiste, y no parece fácil resolverlo.

[Huffington Post]