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¿Estamos a punto de vivir la reunión de la ciencia y la espiritualidad, en el estudio de la conciencia y los estados de éxtasis religioso? ¿Tiene sentido buscar la iluminación?

La ciencia y la religión, que en los últimos tiempos parecen ser grandes opuestos que se mueven en distintas direcciones, en un principio fueron parte de un mismo conocimiento --regido por una mirada integral (aunque para algunos primitiva) que permeaba todos los fenómenos. Es posible que esta unidad que se pierde en los albores de la historia regrese a ocupar un lugar central en el saber de nuestra sociedad. Esto, al menos, es lo que argumenta el escritor y maestro de meditación Jeff Warren en el sitio Psychology Tomorrow.

Warren no oculta su entusiasmo, viendo en la explosión del misticismo en el mundo secular una incipiente revolución del entendimiento de lo que es la mente, y por ende una futura iluminación. Esta palabra tan abusada dentro del contexto de la espiritualidad es para Warren:

Un complejo y multifacético proceso a través del cual la mente conoce --y descansa sobre ella con mayor seguridad en-- su propio suelo. Mientras sucede el sentido habitual de estar separados se empieza a desvanecer. A fin de cuentas, la persona a la que esto sucede ya no siente que es un entidad autónoma mirando el mundo exterior; en cambio, se sienten a sí mismos, cada vez más, como una parte íntima de la expresión húmeda de ese mundo, un proceso desenvolviéndose indistinto de cualquier otra cosa en la naturaleza. Como resultado, los practicantes,  reportan una sensación de libertad, soltura y espontaneidad. 

Ciertamente la visión de Warren de la iluminación es mundana y poco épica; no parece hablar de un punto en el que el hombre escapa de la rueda del sufrimiento, divinizado, y asciende un siguiente estrato de existencia. Tampoco de poderes supernaturales o milagrosos. Una visión, no obstante, de las pequeñas epifanías, del trabajo, la paz mental y la comunión con la naturaleza. Ligada en cierta forma a aquella máxima del arte y la psicología, sobre la importancia de ser uno mismo (inscrita con una leve variación: "conócete a ti mismo", famosamente, en el Oráculo de Delfos). Y es que quizás esta sea la clave de todo trabajo de desarrollo personal: puesto que todo el universo es una sola cosa (algo que ha sido llamado Dios), ser uno mismo es ser Dios (o permitir su expresión fluida y consciente); es decir, ser uno mismo es vivir iluminado (o recobrar esa iluminación inherente: que es la eclosión individual del todo).

La exclusión de cuestiones espirituales --o simplemente de desarrollo personal-- de la ciencia ha estado marcada por el prejuicio de que no merecen ser parte de la discusión de los más altos círculos de la academia y la investigación. Esto también relacionado a la dificultad que se tenía para medir cuestiones que parecerían etéreas y totalmente subjetivas. Sin embargo, como Warren señala, cosas como el yoga y la meditación (a lo que podríamos añadir una especie de renacimiento de la medicina psicodélica y hasta del estudio del sexo desde la neurobiología) han penetrado la sociedad occidental en su cotidianeidad  y empiezan a entrar a las aulas y a los laboratorios, particularmente a través de la neurociencia. Asimismo la tendencia de llevar disciplinas orientales como el yoga a poblaciones como la de Estados Unidos, removiendo de esta práctica ancestral el contenido esotérico para establecerla como algo más cercano a un deporte está dejando de ser la regla. Y al menos actualmente con la explosión de la era de la información es posible acceder a conocimientos antes arcanos que han probado ser una tecnología efectiva para operar en el propio organismo y aumentar el rendimiento en múltiples aspectos, sobre todo aquellos que son menos cuantificables pero más significativos.

El camino que han marcado muchos de loas personas que están abriendo este campo está orientado a entender y disolver la dualidad , el advaita (que significa "no dos") (quizás algo similar al término Ometeotl, de la religión mexica, el dios que es tanto el padre como la madre).  Una serie de conferencias y congresos se están gestando en este sentido, como la conferencia ‘Science and Nonduality’, o los encuentros del Toward a Science of Consciousness o la conferencia y podcast de Buddhist Geeks, todas las cuales parecen estar reuniendo a la religión (en su sentido solamente de re-ligar con lo divino y no de legislar lo divino) con la ciencia de vanguardia.

Uno de los cometidos justamente es encontrar en el cerebro una especie de firma neural de la iluminación y los estados elevados de conciencia. Aparentemente muchos científicos trabajan ya en algo así, según Warren. Un caso interesante es el del monje budista Matthieu Ricard, llamado "el hombre más feliz del mundo" debido a la extraordinaria cantidad de ondas gamma que genera su cerebro. Otro estudio ha ubicado el asiento de la metaconciencia analizando el cerebro de soñadores lúcidos. Esta el caso del Dr. Michael Persinger quien sostiene poder propiciar experiencias místicas solamente utilizando estimulación transcraneal con lo que popularmente se conoce como "el casco de dios". Y en general el estudio de la neuroteología, que a grandes rasgos propone que los estados de conciencia que la religión ha descrito por milenios peden ser explicados meramente como un particular tipo de actividad cerebral.

Esta perspectiva de abarcar lo espiritual científicamente  ha recibido críticas como un reduccionismo que deja de lado aquello profundamente subjetivo de lo cual está compuesto también el mundo. Es distinta, argumenta esta corriente no-materialista, la conciencia a la actividad cerebral. La conciencia podría ser irreductible y estar diseminada en todo el universo como un campo. El sentimiento de despertar espiritual podría tener un valor más allá de las zonas cerebrales que se activan en el cerebro --una experiencia inscrita en un contexto de significados que no puede ser del todo reproducida a través de una estimulación electroquímica que imite lo que sucede en el cerebro cuando se experimenta dicha iluminación.

Por último, vale la pena preguntarse si esta búsqueda de la iluminación tiene sentido en nuestro estado actual de conciencia y compromiso. Si no es acaso una especie de distracción paradójica del tipo: "buscar la felicidad es aquello que más impide que encontremos la felicidad", puesto que nos incrusta en un mundo de deseo y nos aleja del vivir en el presente. Algo así es lo que plantea Eleazer Sobel en su libro Why I Am Not Enlightened?. La búsqueda de la iluminación es generalmente una especie de hipsterismo o turismo espiritual en la que realmente son muy pocos los que están dispuestos a sacrificarlo todo por romper las cadenas de un mundo ilusorio (algo que por otro lado difícilmente a alguien le consta que sea posible). Un ejemplo: 

Un hombre se acerca a un maestro zen y le pide que le muestre el sendero a la iluminación. El maestro responde, “Bien, sígueme”, se levanta y lleva al hombre a un río cercano y hacia dentro del agua. Sin previo aviso, el maestro obliga la cabeza del hombre debajo del agua y la sostiene ahí mientras lucha violentamente por su vida, hasta que hasta a punto de morir. Finalmente el maestro saca la cabeza del hombre, buscando un aliento, y dice, “Cuando quieras iluminarte tanto cómo querías respirar justo ahora, entonces regresa a verme.

Otra historia similar dentro del budismo zen:

“En la Antigua China se dice que Hui-ka una vez fue a la cueva de Bodhidharma y esperó a que el monje lo aceptara como estudiante. Después de aguardar ahí por muchos días sin señal del maestro, empezó a nevar. Cuando la nieve llegaba a la cintura de Hui, Bodhidharma finalmente salió y le preguntó, ‘¿qué es lo que quieres?’ ‘Mi mente no está tranquila’, replicó Hui. ‘El Camino es largo y difícil’ dijo el monje, despachándolo. Hui tomó su espada y se cortó el brazo izquierdo y se lo dio al maestro, así fue aceptado”.

La iluminación así entendida, más allá de la placentera epifanía momentánea no del todo rara en nuestras vidas, una tarea constante (como cortar  leña y acarrear agua) y un compromiso constante (como estar listo para morir en cada momento para dejar de morir vidas y vidas más) se antoja bastante lejana. Podemos aceptar nuestra condición y simplemente vivir nuestra realidad con todas sus imperfecciones e impermanencias, valorando nuestra vida, respirando --sin tener metas épicas e irreales. Disfrutando de las pequeñas cosas y entregándonos al cambio, sin alcanzar plenamente la libertad. O quizás podríamos esperar que la ciencia por segunda vez descubra el fuego y logre sintetizar para nosotros la iluminación. ¿Pero tendrá sentido entonces iluminarse en un mundo donde la iluminación puede producirse de manera sintética y seriada?  ¿Acaso no sería esta también una nueva ilusión?

Twitter del autor: @alepholo