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El genial comediante Bill Hicks sobre la perenne decepción que sigifican los presidentes en una corporatocracia

En Estados Unidos muchas personas se preguntan  por qué Barack Obama, quien llegó a la Casa Blanca en una ola de entusiasmo propulsada por promesas de cambio sustancial en la campaña, en realidad modificó poco o nada la estructura dominante de ese país (por ejemplo el intocado poder que tiene Wall Street para legislar la política financiera). Este cuestionamiento hace pensar en que en ocasiones votar en realidad no hace nucha diferencia --porque el presidente mismo no tiene el poder para hacer esa diferencia prometida.

El comediante Bill Hicks, con su característica lucidez irónica, señala que los CEOs de las grandes corporaciones en Estados Unidos, que financiaron las campañas presidenciales (como en el caso de Goldman Sachs, de ambos partidos), son los que dictan la agenda. Y las grandes promesas de campaña, en ese entonces de Clinton, se difuminan en el humo. Hicks dramatiza que una vez que llega el nuevo presidente al poder se le muestra un video del asesinato de Kennedy en el que se muestra un balazo desde un ángulo completamente distinto y luego se le dice "¿Entendiste?".

¿Hasta que punto existe verdaderamente un grupo élite que determina lo que puede o no hacer el presidente de Estados Unidos o de otros países con una marcada corporatocracia? Es difícil precisar, quizás las cosas suceden con mayor sutileza; las amenazas solamente son emergencias, pero la historia demuestra que en la mayoría de los casos los presidentes poco modifican el sistema dominante o el status quo--pocos golpes genuinos han recibido los empresarios en el poder en la historia del capitalismo. Esto hace que algunas veces algunas personas consideran que la democracia es una gran farsa --o, en palabras de Borges, la gran superstición de nuestra época.

Twitter del autor: @alepholo