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BMSR entreteje el pop onírico, el sexy psyfolk, y burbujas digitales sintetizadas en cubos de azúcar, para consolidarse como una propuesta musical que desborda lúdica genialidad.

 

Pocos proyectos musicales podrían jactarse de ser dignos herederos de la tradición del folk-rock psicodélico de los setentas –por cierto en mi opinión uno de los géneros musicales más apreciables–. Pero como suele suceder con aquellos que hacen resonar dignamente un exquisito legado,  esta agrupación de Pittsburgh no se contenta con solo honrar la tradición de la psicodelia campirana, sino que invocan su renacimiento ataviado con destellos de electrónica y pop lisérgico. El resultado, un estilo de alegre lucidez que genera escenarios mentales donde bien podríamos presenciar a la gente de Kraftwerk practicando un poco de permacultura o bien a los integrantes de la Mahavishnu Orchestra diseñando una app para dispositivos móviles.

Neo-psicodelia que coquetea con synthpop, como niños jugando a perseguir burbujas digitales en una pradera electro-orgánica, los cinco LP’s que han producido hasta ahora transmutan, cada uno de ellos, en un genuino pase de entrada al País de las Maravillas de Alicia, versión 3.0, en donde la oruga hilvana con el humo de su pipa códigos open-source y el conejo llega siempre tarde a una cita con la ingeniería genética de la malvada reina.

En lo personal un gran indicador de la calidad musical de esta oximorónica agrupación es que resulta prácticamente imposible preferir uno de sus álbums por encima del resto –es decir que dentro de su espíritu hiperlúdico mantienen una consistencia implacable–. Y lo mismo sucede con los tracks dentro de cualquiera de sus discos, por más que algunos de ellos nos parezcan particularmente seductores, lo cierto es que entre si mantienen una constante en cuanto a calidad musical y proyección de ambientes metafísicos. Black Moth Super Rainbow no hace hits, simplemente saca discos en los que el todo es mucho más que la suma de sus partes (integridad retórica para entretejer narrativas de memorable sensibilidad).

Otra de las mayores virtudes de la banda integrada por Tobacco, The Seven Fields of Aphelion, Iffernaut, Ryan Graveface y Bullsmear, es la hipnótica facilidad que demuestran para hilar atmósferas empapadas de dulzura psiconaútica. Aprovechando ecos filtrados a través de sensuales vórtices electrónicos, bases rítmicas que denotan una impertinente confianza en sí mismos, y un discurso sonoro que raya entre lo épico y lo onírico, BMSR ha sido capaz de generar una especie de subcultura narrativa en torno a su propuesta musical. 

Hace apenas unos días estrenaron su quinto álbum, Cobra Juicy –el cual por cierto financiaron por medio de Kickstarter– y con ello comprobaron una vez más su maestría para facilitar agradables alucinaciones en nuestra mente. Por ejemplo, durante el track Dreamsicle Bomb, con un poco de suerte podrás presenciar la súbita aparición de Winona Rider, materializada en 4D e inhalando éter , y cuya figura va diluyéndose un sutil fade out binario, mientras susurra respuestas a algunas de las interrogantes existenciales que más te han inquietado. O, por qué no, visualizar al siempre elegante David Bowie, disfrazado de abeja robótica, mientras se pasea por un bosque de enormes paletas de caramelo con el rostro de las sensuales niñas de Niza que Richard Hamilton retrató (huracán cyan de aristocrática sensualidad).

En realidad no dejo de considerar un poco absurdo el reseñar proyectos musicales cuya calidad no necesita de portavoz o interprete alguno. Pero la intención de escribir este poco ortodoxo (y anti técnico) perfil de Black Moth Super Rainbow, es simplemente la de difundir y compartir uno de los proyectos sonoros más emocionantes de la última década, y de paso honrar a este grupo de virtuosos que a su vez decidieron rendir tributo a un espectáculo ciertamente inspirador: una polilla negra deslizándose, sonriente, sobre un interminable arcoiris.  

Twitter del autor: @paradoxeparadis