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La inmortalizada muerte de Evelyn McHale, una joven de 23 años que se arrojó desde el Empire State Building, es un testamento poético.

En ocasiones la muerte alcanza una belleza difícil de superar. Se convierte en un sueño. Este es el caso de Evelyn McHale, quien se arrojó del piso 86 del Empire State Building, impactando en una limusina de la Naciones Unidas. Como un angel que se hiciera un lecho metálico para fijar su mente en una luminosa eternidad, Evelyn mantiene una pureza inmarcesible, acomodándose en la hendidura del auto como quien hace una almidonada fractura en el tiempo-espacio.

A los 23 años, en May Day (primero de mayo de 1947, el día de la diosa pagana de la fertilidad Beltane)  Evelyn decidió saltar del edificio más icónico de Nueva York en ese entonces. Empujada por el desamor, decidió resolver "el único problema filosófico serio: el suicidio". En su precipitación ontológica, sin embargo, pasó a la posteridad estética, en esta foto de Robert Wiles y en un grabado de Andy Warhol.

Otro de los suicidos más hermosos, es el de la modelo rusa Ruslana Korshonova, quien también se arrojó de un edificio en Nueva York, cuando su carrera iba en ascenso. Pero el desamor, esa fiebre de la juventud, o acaso la acción opresiva de la mafia rusa, la llevaron a una temprana muerte: el asfalto es besado por ángeles.